Lengua de madera
JAVIER UGARTEAl parecer, socialistas y populares pueden ponerse de acuerdo para presentar una alternativa al PNV en unas elecciones, a ser posible anticipadas. Resulta curioso. Hace tres años, nadie hubiera ni siquiera imaginado que la ola contra ETA debiera pasar por encima del PNV. Más bien al contrario. Cualquier solución pasaba por un entendimiento con ese partido. Hoy ocurre justamente lo contrario. Es lo que le deben los nacionalistas a su actual dirección. Sólo si el PNV es desplazado del poder, se podrá pensar en un futuro de paz para el País Vasco. Patético, deben pensar los más sensatos entre ellos. Pero así es. La ola contra ETA llevará por delante a quien se interponga. Y eso ocurre hoy con el PNV.
Todo lo anterior son hechos casi incuestionables. La aproximación entre el PSE y el PP; la lamentable posición del PNV, interponiéndose entre ETA y su final, y la hondura del sentimiento social contra tanta infamia. Pero el hombre, como dice el escritor John Berger, tiene palabras. Y las palabras ponen y quitan. Dan sentido a los hechos, a los acontecimientos. Les dotan de significado y forma. Y, al final, completan la realidad, siempre necesitada de ese sentido que le de congruencia. Y, convendría poner palabras sobre los hechos incuestionables, reflexionar sobre ellos. Claro que éstas debieran referirse a cosas y no tratar de manipularlas; no volver sobre falsas y gastadas palabras pronunciadas con lengua de madera, como también dice el escritor.
Estos días viene diciendo Arzalluz que Aznar no quiere sino "desbancar a los nacionalismos, aquí y en otras partes". Lengua de madera. (Y dice también: "los Redondo y compañía", o "se cree San Jorge frente al dragón", como dice "ese Oreja" o "que se lo cuenten a los del Ebro para abajo"; el desprecio por los hombres -son palabras de Albert Camus- es el estigma de un corazón vulgar). Pues bien, lo de menos es lo que diga Arzalluz. Lo malo es que muchos de los suyos lo creen, aunque puedo asegurar -lo han visto estos ojos- que no despierta entusiasmos ni tan siquiera entre los suyos. Lo creen, no en su literalidad, que también, sino en lo que lleva implícito: "los intereses del PP son bastardos".
Debieran acostumbrase los nacionalistas (Arzalluz no cuenta) a considerar legítimo que quieran desbancarles, del mismo modo que es legítimo que ellos aspiren a estar otros veinte años en el poder -lo que no sé es si resultaría saludable-. Pero no es sólo eso. Toda experiencia humana, y más si es descarnadamente dolorosa, sigue un proceso de sedimentación y sobrevive en formas cristalizadas esperando el momento de emerger (Hannah Arent). Ha ocurrido con el desprecio hacia ETA que ha cristalizado en la sociedad. Sólo espera el momento para expresarse. Eso es imparable, como el agua de la tormenta en la rambla. Sobre ese caballo cabalga el PP. De otro modo no ganaría. No debiera autoengañarse el nacionalismo creyéndose palabras gastadas, ideas vacías. En la medida en que el PNV está oponiéndose a esa saludable corriente, será barrido por ella. Hace tres años no era posible. Hoy, sí. ¿Mañana? Depende de si emplean palabras genuinas o escuchan las pronunciadas con lengua de madera.
También deben hablar claro socialistas y populares. Deben decir que el modelo de Alava no es exportable. En una perspectiva estratégica, sería malo un gobierno PSE-PP. Así de claro. Sería malo no para los partidos, , sino para vertebrar una sociedad. Se equivocan quienes lo defienden diciendo que "no pasaría nada". Los socialistas no pueden dejarse tentar por la ganancia de un lehendakari propio. Ellos lo vivirían como un gobierno de emergencia, mientras que desde fuera sería muy fácil tacharles de "gobierno frentista" (lo hace ya hoy Anasagasti). No lo sería para los suyos. Pero los otros, que también serían de los suyos desde el momento en que gobernaran, lo creerían firmemente. El acuerdo puede ir hasta forzar un adelanto en las elecciones. Eso comienza a ser perentorio frente a un Gobierno inane. Y, a partir de ahí, abrir un juego amplio de negociaciones para formar gobierno.
Si ha de hacerse un gobierno de emergencia para protegerse de ETA y lo que ello implica, hágase bien. Fórmese un gobierno de concentración democrática. Y ahí caben todos los que sean demócratas, y solamente ellos.
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