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TOUR 2000 17ª etapa

Comienza la semana de las migajas

El holandés Erik Dekker gana su tercera etapa en este Tour con un ataque a tres kilómetros

Carlos Arribas

Qué ciclista, Erik Dekker. Qué cantidad de registros. Gana fugado solo y de lejos (Villeneuve sur Lot); gana fugado en dúo y de lejos (en Revel, ante Botero), y gana fugado en dúo y de cerca (ayer, ante Aerts, en la olímpica Lausana y su cota matadora). En el Tour de los no sprints (sólo tres llegadas masivas ha habido: dos triunfos de Steels, uno de Wust: desde la sexta etapa, todos los días fuga al canto), el ciclista holandés, rodador de potencia, punta de velocidad, resistencia sin límites y mucha fe, se ha convertido en el gran triunfador. Tres victorias de etapa. Y cada una de una manera. Y en todo tipo de días, frescos, antes de la montaña, calurosos, después de las montañas. Él marca la línea de continuidad del Tour 2000: hace recordar que antes de las montañas, y de las exhibiciones de Armstrong, hubo carrera, y que después la sigue habiendo. Extraordinario Dekker: tres etapas ganadas en el Tour. Ha encontrado la grandeza a los casi 30 años, él, aficionado muy prometedor, plata en los Juegos de Barcelona. Ha empezado a dar la razón a los que creían en él ocho años después, justamente a los pocos meses de disponer de su carnet de hematocrito (en un análisis de sangre en el Mundial de Verona, a Dekker se le observó un hematocrito superior al 50%. Posteriores investigaciones demostraron que, como Otxoa, Dekker tiene esa tasa de forma natural y no es un indicio de dopaje con EPO).La victoria de ayer fue la más impresionante de las tres. Fue un ataque de tal crudeza en el callejeo de Lausana que puso en evidencia a todos los grandes del pelotón. Dejó extenuado, por ejemplo, a Jan Ullrich, que asumió personalmente la tarea de caza por encargo de su sprinter Erik Zabel; dejó también sin fuelle al mismísimo Lance Armstrong, quien, no se sabe si porque pensaba ganar o porque también quería huir del pelotón, estuvo tirando al frente. Zabel, al final, sólo pudo llegar segundo con el mismo tiempo de Dekker, a quien le sobró una bicicleta.

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Comenzó así la semana de las migajas. Son días que parecen tontos, en los que los aficionados sestean a menos que uno de los suyos aparezca en pantalla, pero que son tan duros como cualquier otro. O más. Son los días de las cuentas de los insatisfechos. Se ve a los directores de esos equipos por las noches en el hotel, una vez recogidos los postres en la mesa de la cena. Manejan papeles y calculadora. Cogen la hoja amarilla, la de la clasificación general, y tuercen el gesto. Bah. No les interesa. Los ajustes finales sólo se podrán hacer en la contrarreloj del viernes. Pasan hoja. Una rosa. Bah. No hay nada que hacer: la montaña ya la tiene bien asegurada un colombiano, Santiago Botero. Hoja verde, veamos aquí. Nada, nada, Zabel está ya bien enfilado para su quinta victoria a los puntos. Sigamos. La hoja blanca, ni hablar: el mejor de los jóvenes será Mancebo, ya no hay donde hacerle caer. Siguen y siguen y no paran.

Dan finalmente con dos hojas. Las migajas, claro. La general por equipos, que idealmente refleja quién ha sido el mejor conjunto (y por eso el Kelme es el actual líder), pero que también es un premio que se puede ganar en el último momento. Es una de las migajas más preciadas. Está todavía abierta: tres equipos con dirección española (Kelme, Banesto y Festina) pueden pensar en ella. Para pelearla el Banesto no podrá contar con Alex Zülle. El suizo, a la deriva y en el autobús los días grandes de montaña, terminó el martes con casi 39 de fiebre y ayer seguía mal de la garganta. Llegados a Suiza, y desmotivado, abandonó.

La última sí que es última, es tan última que el único premio visible que lleva con ella es un dorsal de color rojo (aparte de unos miles de francos). Es la clasificación de la combatividad, cosa menorísima como puede apreciarse. Pero llegados a estas alturas de hambre para algunos, y de poca comida a su disposición, cualquier premio vale para organizar un combate mortal. Hasta el de la combatividad.

Un francés llamado Christophe Agnolutto, ganador de la etapa de Limoges hace ya 10 días, quiere perpetuar la tradición gala los últimos años, seguir el camino hacia la fama de Jacky Durand (ganador los dos últimos años). Fue animador, pero pese a todos sus esfuerzos no pasó de ganar un punto. Dekker había hecho la mejor operación: ganó la etapa y con ella dos puntos en la clasificación de la combatividad, de la que ya es el líder.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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