Guardamar contra las dunas
A principios de siglo, en Guardamar, golpes de arena rasgaban puertas y ventanas de las casas de los marineros. Los huertos se difuminaban bajo el espectro de las dunas, y las cosechas desaparecían entre el viento. La parte norte de la antigua villa sucumbía al imparable avance dunar, y algunos inmuebles, por el peso de la arena sobre los tejados, caían derruidos. La ciudad estaba condenada a ser engullida en un bocado de tierra y sal, reducida a una media luna inmensa. Cada año, en un avance lento pero imparable, la arena ganaba una media de dos a ocho metros.El 2 de diciembre de 1897, se aprobó una Real Orden que daba vía libre a la ejecución del proyecto de defensa y repoblación de las dunas de Guardamar. El ingeniero de montes Francisco Mira i Botella fue el encargado de elaborar y poner en práctica un concienzudo plan para dar al traste con la devoradora playa.
Para amarrar las dunas al suelo desarrolló una inmensa labor de reforestación en la costa, en la que plantó más de 600.000 árboles, creando una pantalla natural que ponía las casas al abrigo del mar. Palmeras, pinos, eucalyptus, cipreses y matacuchillos, entre otras especies, tras 25 años de trabajo y la colaboración de todo el pueblo, consiguieron fijar el suelo móvil e insaciable. El proyecto de ingeniería de Francisco Mira propuso, además, crear una nueva duna en el litoral que absorbiera parte de la arena que llegaba del mar. Para ello, construyó una barrera de estacas y cañizo en la playa que actuó como cuerpo de la colina de arena, que finalmente consiguió erigirse en un nuevo sistema dunar.
La causa del imparable avance de la arena hacia el pueblo se debe, según los expertos, a la salvaje deforestación que, desde el siglo XVIII hasta principios del XIX, tuvo lugar en la cuenca del Segura. La ausencia de árboles, la erosión que produce el río y el efecto del viento configuraron un sistema dunar, de movimientos impredecibles, que hacía imposible la vida en esta localidad de La Vega Baja.
Junto al decisivo y acertado proyecto para salvar la ciudad, el tenaz ingeniero de Montes realizó un profuso seguimiento fotográfico a las labores que año tras año se desarrollaban con la ayuda del pueblo.
Cien años después, el Ayuntamiento de Guardamar ha editado un libro en el que rescata 77 de aquellas imágenes, realizadas por Mira a lo largo de 33 años, que reflejan a la perfección la obra faraónica que se acometió en aquellos días.
En la actualidad, bajo las dunas quedan los recuerdos de antiguos pobladores, mezquitas olvidadas, los resquicios de extensas fincas de higueras, olivos y vides, y toda una manzana de casas del pueblo sumergida en arena. Sobre ellas, la pinada de Guardamar y La Marina, en el término municipal de Elche, muere cada día un poco más a causa del abandono de las administraciones y las oleadas de turistas que, como los invasores de otros tiempos, arrasan sin compasión el suelo que pisan.
Todavía hoy esas dunas hacen estragos en la ciudad. Gran parte de un aparcamiento público construido por el Ayuntamiento para dar servicio a la zona costera ha desaparecido en el plazo de tres años bajo el efecto de la arena. La naturaleza se impone una y otra vez. Sólo es cuestión de tiempo.
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