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Crítica:VERANOS DE LA VILLA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Voz escalofriante

Su voz no deja impasible. La forjó de niño, en los campos de Mali, a los que le mandaba su padre para que ahuyentara de los cultivos familiares a pájaros y monos. Salif Keita estremece cuando canta la solemne Mandjou, que trata de un supuesto guía espiritual africano: quince minutos hipnóticos.Al final del concierto, y tras una multitudinaria Nous pas bouger, himno contra el racismo en el que invitó a algunos espectadores a subir a bailar sobre la tarima, salió él solo y colocó una kora -especie de arpa de África occidental- sobre su regazo.

Y volvió a brotar otro lamento escalofriante. Era la reencarnación de un griot africano, con sus mensajes cantados. Una emoción que, por desgracia, se empeña en apagar el resto del tiempo con un tratamiento sonoro sin apenas matices, que se antoja inapropiado para un canto que tiene algo de sagrado. Como los de Nusrat Fateh o Camarón. Uno se lo imagina en el escenario rodeado de músicos del talento creativo de Josef Zawinul o Wayne Shorter -artífices del grupo Weather Report, con los que grabó en cierta ocasión- o en aquellas ya lejanas formaciones de sus inicios en la capital Bamako, como la Rail Band, que animaba el bar de la estación de ferrocarril, o los Ambassadeurs, que hacían lo propio en el motel de la ciudad. Por ahora queda contentarse con lo que trae este albino.

Salif Keita Salif Keita (voz), Bruno Lasnier y Djeli Moussa Kouyaté (guitarras), Raphael Chassin (batería), Souleymane Doumbia (percusión), Albin de la Simone (teclados), Hawa Maiga y Monique Ouadjah-Koko (coros)

Jazztel Music. Conde Duque. Madrid, 12 de julio.

Hay un antes y un después en la historia de la música africana moderna: Soro, el deslumbrante encuentro de las tradiciones mandingas con la tecnología actual. Una obra maestra que firmó Salif Keita, en 1987, con la colaboración en arreglos y teclados de Jean-Philippe Rykiel y François Bréant, y que difícilmente superará por más que siga grabando discos.

En este caso, se suponía que debía presentar el último, Papa, pero el indómito descendiente de reyes va por libre. Así que le otorgó menos importancia incluso que al repertorio de Folon, disco de hace cinco años, que terminó venciendo en Madrid por cinco canciones a dos.

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