_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un informe poco académico JOAN B. CULLA I CLARÀ

Las pretensiones de una tesis doctoral en el formato de una charla de café: ese podría ser el resumen del Informe sobre los textos y cursos de historia en los centros de enseñanza media, el documento que la Real Academia de la Historia hizo público el pasado 23 de junio y que tanto ha dado que hablar desde esa fecha. Contra lo que cabía esperar de tan docta casa, y contra lo que ella misma promete cuando asegura haber reunido "información detallada de cómo se enseña la historia en la ESO y en el bachillerato", el polémico informe ha sido realizado de un modo absolutamente asistemático, aleatorio y acrítico, sobre la base de las aportaciones voluntarias de corresponsales espontáneos, sin ponderar territorios, ni escuelas, ni representatividades.Incluso pasando por alto que los dos únicos académicos catalanes -los doctores Batllori y Vernet- conocieran el texto por la prensa, o que uno de los pocos autores citados como argumento de autoridad, el catedrático barcelonés Joaquín Prats, haya desautorizado y negado con contundencia las palabras que la Academia le atribuye, lo cierto es que ésta no precisa en parte alguna ni cuántos ni cuáles son los manuales que ha examinado, ni dónde se utilizan, ni extrae de ellos ejemplos significativos de los grandes males que supuestamente aquejan a la enseñanza de la historia.

Toda la fundamentación bibliográfica del documento consiste en tres o cuatro alusiones a sendos artículos de prensa, y otras tantas frases puestas en boca de historiadores extranjeros: menos de lo que sería exigible al más modesto trabajo de primer curso en cualquier facultad universitaria.

Lo verdaderamente asombroso, empero, es que sobre una base probatoria de tan extrema endeblez, la Real Academia se atreva a lanzar las gravísimas imputaciones que contiene su informe, a hablar de una historia "parcial, sesgada e inexacta", de una enseñanza que estimula "la xenofobia y el racismo", "la tergiversación y el enfrentamiento". Es tal la desproporción entre lo que se demuestra y lo que se deduce, que sólo cabe interpretarlo de un modo: la Academia de la Historia no ha pretendido realizar un dictamen ni diagnóstico, sino un ejercico de autocomplacencia con sus propios prejuicios, espoleados hoy por la flamante y agresiva mayoría absoluta en manos del Partido Popular.

A los académicos, tales prejuicios les supuran hasta en el lenguaje. Resulta curioso observar que, en el texto de marras, la construcción del Estado de las Autonomías es descrita como "un problema", y mientras el término constitucional "nacionalidades" aparece siempre entre unas comillas que lo connotan de artificioso, y es considerado con desdén una "expresión de moda en los años de la transición" (sic), la nación española o las regiones de España son aludidas con la normalidad de lo que es natural y genuino. Y, ni que decir tiene, la "historia general" se identifica siempre con "lo español", en tanto que lo propio de cada comunidad autónoma son "los particularismos", "lo peculiar", lo "regional y local".

En definitiva, aquello que desazona y escandaliza a la Real Academia, lo que ha movilizado en tromba a editorialistas, columnistas y tertulianos no es tanto el empobrecimiento de los saberes históricos escolares como la posibilidad de que esos saberes se alejen, poco o mucho, del canon nacional-español secularmente impuesto y adopten, en algunos lugares, otros marcos de referencia colectivos, asuman otras memorias de grupo, reproduzcan otros mitos que los hasta ayer hegemónicos. El informe que analiza lo llama, torticeramente, "la pretensión de las Comunidades Autónomas de utilizar la historia al servicio de objetivos ajenos a los planteamientos académicos"; otros prefieren denunciar que "la historia se utiliza como un arma de construcción nacional".

Y yo me pregunto si es que acaso la historia canónica, la de las escuelas, los monumentos públicos y las conmemoraciones oficiales, ha sido otra cosa que esa arma, que ese instrumento básico de nacionalización de los ciudadanos, en algún lugar de Europa durante los dos últimos siglos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Primero los nacionalismos con Estado, después los que no lo tenían, se dedicaron desde 1800 a codificar y difundir sus respectivas historias nacionales como vehículos de construcción y de homogeneización identitaria; hablo de ese nos ancêtres les gaulois que los maestros franceses impusieron hasta en el Senegal. Y bien, ¿cuál es la novedad de los últimos lustros en España? Pues por ejemplo que, en lugar de estudiar en todas partes las gestas de los comuneros -Padilla, Bravo y Maldonado, ¿recuerdan?-, los escolares gallegos estudian la rebelión irmandinha, y los catalanes la guerra remensa... ¡Así se cuartea la unidad de la Patria!

Sí, sería maravilloso que fuésemos capaces de transmitir a las nuevas generaciones una historia crítica y desmitificadora, angélica y asexuada, libre de todo prejuicio ideológico y de toda pulsión identitaria. Pero como profesional del ramo sé que es imposible; y, en todo caso, la Academia de la Historia carece de legitimidad alguna para propugnarlo. ¿Cómo va a tenerla la institución que, hace dos años, redactó y editó esa biblia del españolismo historiográfico más esencialista, rancio y excluyente titulada España, reflexiones sobre el ser de España? El colega madrileño Juan Sisinio Pérez Garzón dedicó entonces a diseccionar aquel engendro un artículo espléndido: Españoleando con la historia de la Academia (EL PAÍS, 9 de diciembre de 1998). Pues bien, ha pasado el tiempo, pero la Academia sigue españoleando y denunciando la paja en el manual ajeno mientras exhibe la viga en su propio y coronado frontis.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_