El 'sprint' y los 'sprinters'
Los sprinters son ciclistas capaces de alcanzar (solos y contra el viento) altísimas cadencias de pedaleo (a veces, hasta 180 pedaladas por minuto) y velocidades de 70 o más kilómetros por hora durante los pocos segundos que dura el sprint final de una etapa. Antes de llegar a este punto, muchos cuentan con la ayuda de los lanzadores, que son compañeros que les llevan resguardados del viento lo más rápido y lo más lejos posible en el último kilómetro, hasta que sólo quedan pocos metros.Para simular en el laboratorio esta tremenda explosión de fuerza que es el sprint, los ciclistas pedalean tan rápido y tan fuerte como pueden encima de una bicicleta estática (bien sujeta al suelo, eso sí) durante 10 segundos. En tan breve espacio de tiempo son capaces de generar una potencia máxima de 1.500 vatios o 1.800, como Cipollini, el que más), mientras que la media desarrollada no baja de los 1.300 W. Tan alta potencia sólo se puede alcanzar, por una parte, con una gran masa muscular. Y no sólo en el cuádriceps, pues en los metros finales los sprinters también contraen con enorme fuerza otros músculos. Como los de los antebrazos: para agarrar con fuerza el manillar mientras pedalean de pie sobre una bici que se tambalea de un lado a otro a velocidades de vértigo. O los lumbares, sobre todo en el famoso golpe de riñón, tan determinante a veces. Así, los sprinters suelen ser bastante más musculosos y más pesados que los escaladores. Su índice de masa corporal (relación entre peso, en kilos, y estatura al cuadrado, en metros) suele ser de 22-23 (Zabel: 22,2; Steels: 22,7: Blijlevens: 23,6...). En cambio, los escaladores (Pantani, Piepoli, Beltrán...) apenas llegan a 19.
Además, los sprinters suelen ser altos. El coste energético necesario para vencer la resistencia del aire (que es el principal enemigo en terrenos llanos a tan altas velocidades) es menor para los ciclistas grandes. ¿Por qué? Porque, aunque exponen una mayor superficie corporal al aire que tienen enfrente, tienen una menor superficie corporal con relación a su peso (que es el que tienen que desplazar, al fin y al cabo). En este sentido, los sprinters más altos, de cerca de 1,90 (Cipollini) tienen cierta ventaja sobre los de 1,80 o menos (Steels, Wust).
Por otra parte, los sprinters tienen una gran capacidad para utilizar una vía de obtención de energía un poco especial, el llamado metabolismo anaeróbico aláctico. Especial, porque es el más rápido de todos, con diferencia; anaeróbico porque no es imprescindible el oxígeno para que funcione; y aláctico, porque no se produce lactato. La energía química almacenada en los enlaces de una molécula, la fosfocreatina, se utiliza constantemente para reponer los depósitos de otra molécula en la cual la célula muscular almacena toda la energía necesaria para contraerse: el adenosín-trifosfato o ATP. El problema es que los depósitos de ATP son muy limitados (unos 2-3 gramos por kilo de músculo). Tampoco los de fosfocreatina son muy grandes. De hecho, ambos depósitos se agotan tras unos pocos segundos (no más de ocho) de esfuerzo máximo, los que dura el sprint. Por encima de ese breve período de tiempo, debemos reponer los depósitos de ATP (y los de fosfocreatina) a través de otras vías metabólicas, que permiten obtener energía durante más tiempo, pero no tan rápido (desde luego, no tanto como para desarrollar más de 1.000 vatios de potencia). Por eso los sprinters deben elegir el momento preciso en el que lanzar el sprint: ni demasiado pronto (no vaya a ser que se agoten sus depósitos de fosfocreatina antes de cruzar la línea de meta), ni tampoco tan tarde como para no poder desarrollar toda su potencia máxima.
Pero no todo es cuestión de físico: al sprinter se le exige tener dos cualidades tan diferentes y difíciles de compatibilizar como son la resistencia aeróbica (los sprints se disputan tras 4-5 horas de esfuerzo continuado y hay que llegar frescos al final), por un lado, y la velocidad pura, por otro. Dicho de un modo muy simplista, es como si a un atleta se le exigiese ser a la vez maratoniano y velocista.
Alejandro Lucía es fisiólogo de la UEM.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.