Los accidentes de trabajo pueden evitarse Fernando G. Benavides
Los accidentes de trabajo no son una especie de fatalidad que penamos los españoles por no se sabe qué desgraciada maldición que se transmite a través de nuestros genes y/o costumbres. Los accidentes de trabajo pueden prevenirse, tal como está ocurriendo en gran parte de los países europeos o en EE UU, donde la incidencia de accidentes ha disminuido un 20% entre 1992 y 1997, coincidiendo con tasas de crecimiento económico superiores a las nuestras.Para ello, lo primero, y diría que fundamental, es rebatir esa idea de fatalidad o, lo que es peor, de culpabilidad de la víctima. Es ésta una percepción muy enraizada entre nosotros. No es aquí el momento de analizar por qué, pero, por ejemplo, la muerte de tres trabajadores el pasado 2 de junio en una planta de compostaje de lodos en Teià (Barcelona), envenenados por un gas tóxico, ha sido calificada como excepcional. Algo similar se argumentó cuando 18 trabajadores murieron mientras realizaban tareas de mantenimiento y reparación en un buque en el puerto de Valencia en 1997. Y así continuaríamos si siguiéramos revisando las hemerotecas. Cada una de esas situaciones parecen excepcionales cuando son observadas una a una. Podemos aplicar aquí también el viejo aforismo de que "los árboles no nos dejan ver el bosque". La misma etimología del término accidente ayuda a dar este significado a estos hechos, pues su origen del latín sirve para denominar un hecho sobrevenido, caído encima, de manera imprevista.
Sin embargo, cuando los accidentes de trabajo son observados de manera agregada, utilizando instrumentos de observación estandarizados, y son analizados de manera sistemática mediante modelos matemáticos, los sucesos empiezan a perder su carácter excepcional y aparecen patrones explicativos. Esto es, cuando se deja a un lado lo anecdótico y se realiza una investigación científica, comenzamos a encontrar factores que son comunes a un número importante de accidentes. Posiblemente no a todos, pero sí a un número significativo de ellos. El conocimiento así producido nos permite identificar los llamados factores de riesgo asociados a la frecuencia de los accidentes; las causas, en términos de probabilidad, de los accidentes de trabajo.
Esta aproximación científica a los accidentes de trabajo, nada novedosa por otra parte, nos permite saber hoy, entre otras cosas, que los accidentes se concentran mayoritariamente en unos cuantos sectores de actividad económica (entre ellos la construcción y el transporte), que afectan de manera especial a algunas empresas (menos del 3% de las empresas concentran casi el 50% de los accidentes de Aragón), o que la temporalidad contractual incrementa la probabilidad de tener un accidente (hasta casi tres veces más). Es seguro que necesitamos más información, y sobre todo de más calidad, pero con la que ya tenemos podemos rechazar, más allá de toda duda razonable, la hipótesis de que los accidentes se deben a una fatalidad o, aún con más rotundidad, a condiciones excepcionales. Después de ello, además de seguir estudiando, pues todo conocimiento científico es provisional, hemos de usar lo que sabemos para actuar. Para eso sirve, al menos desde Bacon, la ciencia.
Fernando G. Benavides pertenece a la Unidad de Investigación de Salud Laboral de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona).
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