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La hoguera de Drumcree

Isabel Ferrer

La pequeña parroquia protestante de Drumcree se convierte todos los meses de julio en foco de atención internacional en Irlanda del Norte. De allí parten no menos de un millar de miembros de la Orden de Orange camino del centro de la ciudad de Portadown, también de mayoría protestante. El desfile conmemora la victoria de Guillermo III de Inglaterra (Guillermo de Orange) contra el monarca católico Jacobo II, un estuardo que trató de recuperar el trono en la batalla librada en 1690 en el condado de Galway. Para los orangistas, que recorren con su sombrero de hongo y sus bandas naranja a ritmo de tambor las calles de Portadown desde 1807, se trata de un acto de libertad civil y religiosa. La minoría católica concentrada en la calle de Garvaghy lo considera una provocación que agrava la tensión entre ambas comunidades.Hace tres décadas, Garvaghy Road era un pintoresco camino rural. Transformada Portadown en los años sesenta en una ciudad dormitorio separada por credos religiosos en compartimentos estancos, la calle se llenó de nacionalistas católicos. Después de muchas tensiones -los orangistas veían la mano de Sinn Fein en las acusaciones de triunfalismo trasnochado hechas por los residentes- la violencia estalló por fin en 1995. A partir de entonces, los líderes unionistas y nacionalistas de Irlanda del Norte, el Gobierno de Londres y los vecinos de la villa aguardan en vilo el arranque del desfile. El más violento de todos se celebró en 1998 y tuvo tres víctimas inocentes: tres hermanos católicos fueron quemados vivos en su casa mientras dormían en el condado de Antrim.

A pesar de que la semana de la marcha hubo otros 137 ataques similares, con bombas incendiarias metidas en los buzones de las puertas de casas de católicos, la Orden de Orange negó cualquier relación con los choques de Drumcree. Una investigación posterior les exoneró de culpa al sugerirse que el atentado había sido más una venganza por motivos personales. La policía, no obstante, dejó constar que las 25.000 personas acampadas junto a la iglesia ese año y los enfrentamientos registrados en cuanto fue prohibido el desfile, habían contribuido a la tragedia. El comisario jefe, Ronnie Flanagan, seguía manteniendo ayer que las marchas son usadas por los terroristas para criticar el proceso de paz "de la forma más vil".

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