Sin defensa
Las aliagas, que adornan el paraje de Desert de les Palmes en invierno con tonos amarillos, están en su casa. Y como ellas, otros arbustos y matojos leguminosos. Las aliagas defienden su existencia con espinas; el evangélico lirio del Mediterráneo, rebrota en el paraje tras un incendio, porque se defiende del fuego criminal o incívico con sus órganos bajo tierra: sus rizomas, bulbos o tubérculos. Ahora mismo, en julio cuando aprieta la canícula, revientan los colores de las venenosas adelfas, de nuestro doméstico baladre que es un lujo natural y que resiste el verano más abrasador. En algunos rincones húmedos crecen los arrayanes, y hay gambas troglobías, una rareza de crustáceos de agua dulce, una especie en vías de extinción que sobrevive en cavidades rocosas. Esa naturaleza valenciana del Desert de les Palmes no nos necesita; los demás sí la necesitamos y la agredimos.Nada pueden el veneno de las adelfas, las espinas de las aliagas o los nudosos rizomas de los lirios frente a las excavadoras y el asfalto agresor. Nada pueden frente al desarrollismo irrespetuoso y agresor del entorno natural. Que no otra cosa es esa carretera desde Oropesa a Cabanes antes realizada que pensada. La Consejería de Obras Públicas considera esa carretera como un eje fundamental en la red de conexiones comarcales castellonenses. Pero el cemento junto y por el paraje del Desert de les Palmes avergüenza, y avergüenza porque Fernando Modrego, consejero del Medio Ambiente, no acaba de considerar la defensa del paraje como un valor fundamental. Valor ecológico y valor entrañable, el que tiene y ha tenido el paraje entre las gentes que habitan su entorno: un valor telúrico que viene a ser apego e identificación con el suelo o la tierra que pisamos, con la naturaleza a la que necesitamos.
Desde luego, la derecha desarrollista castellonense -no todos los empresarios sino un determinado grupo empresarial- no lo entiende de tal modo. Muchísimo menos lo entiende la derecha provincial que encabeza Carlos Fabra. Esa derecha política del PP a quien se le rompen las cuerdas vocales proclamando su amor a la decimonónica provincia, parece que tiene como cosa urgente, muy urgente incluso, el sembrar de asfalto los aledaños del Desert de les Palmes. ¡Qué sarcasmo! ¡Cuánta verborrea provincianista y cuánta falsedad mientras se agrede a lo más nuestro! Para esta derecha, el desarrollo equilibrado, el progreso que hace compatible el logro económico con el respeto al romero, al tomillo y al palmito es como la nada, ni siquiera tema de reflexión. Y ni reflexiona, ni busca alternativas que hagan viable lo uno y lo otro, que las hay. En la España que va bien de esta derecha se observan las adelfas, las aliagas o los lirios a través del cristal opaco de los intereses económicos únicamente.
El Desert de les Palmes está amenazado. Las gambas de agua dulce y los matojos, tan humildes como necesarios, no tienen con qué defenderse. Un juzgado de la capital de La Plana acaba de ordenar la suspensión cautelar de la más que urgente agresiva construcción de una carretera Oropesa-Cabanes en el tramo que afecta al paraje natural. Vale, y bien para empezar. Y que Dios o el diablo, un juez o los grupos de ciudadanos preocupados por la cuestión, salven los crustáceos y las plantas que, por salvarse, se salvaron hasta del fuego.
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