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EL FUTURO DE LOS DERECHOS HUMANOS

La globalización obliga a renovar los derechos humanos, según políticos, académicos y ONG

Concluye en Santiago de Compostela la conferencia de la Unesco y EL PAÍS

antiago de Compostela ¿Existe un derecho de injerencia entendido en la práctica como una intervención militar humanitaria? ¿Han generado los avances científicos y tecnológicos nuevos derechos que sumar a la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948? Durante tres días, académicos, políticos y periodistas han intentado responder a estos y otros interrogantes con la ambición intelectual de proponer un código ético para la era de la globalización en el marco de la conferencia final Diálogo Intercultural sobre Democracia y los Derechos Humanos, organizada por la Unesco con la colaboración de EL PAÍS.

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Abrió el fuego Danielle Mitterrand, viuda del presidente francés François Mitterrand y presidenta de la asociación France-Liberté, con un mensaje radical antiglobalización. "El final de la guerra fría ha supuesto", se lamentó, "el triunfo de un pensamiento único, de una doctrina dogmática mundial que impone una forma de vida y una forma de muerte". Sus palabras prefiguraron la diferente aproximación al futuro de los derechos humanos entre los participantes. Unos pusieron énfasis en el concepto de solidaridad frente a quienes defienden un enfoque más político.Este contraste se puso de manifiesto en la discusión sobre si existe o no una jerarquía en los derechos humanos. El catedrático de Derecho Constitucional, Francisco Rubio Llorente, en una intervención provocadora, se pronunció decididamente a favor de la prevalencia de los derechos civiles y políticos sobre los llamados sociales o culturales. "¿Es igualmente grave el castigo corporal en los colegios británicos o la instalación de una planta de residuos en Lorca que las desapariciones o las torturas de presos políticos?", se preguntó, para contestarse: "Como hombre y como jurista, creo que no. Hay unos derechos humanos más indispensables que otros. El derecho a la vida es más importante que el derecho al medio ambiente".

En esta línea se manifestó el profesor tunecino Yadh ben Achour, quien propuso simplificar los derechos humanos en "tres derechos incontestables, integridad física, libertad e igualdad, sin particularismos ideológicos, religiosos o regionales", y resumió su punto de vista de una manera muy gráfica al afirmar que los derechos humanos se encierran en dos ideas muy simples: "No me toquen y déjenme hablar".

Ética e investigación

Otros ponentes reaccionaron señalando las repercusiones negativas de la globalización sobre los derechos humanos y proponiendo otros nuevos: el derecho a la biodiversidad, a la seguridad alimentaria y a los bienes culturales. El comisionado europeo para los Derechos Humanos, Álvaro Gil-Robles, se distanció de estos planteamientos con un ejemplo contundente: "Hace unos meses estuve en Chechenia y nadie me hablaba del medio ambiente, sino de salvar la vida, de que no violasen a sus hijas y de que no torturasen a sus hijos".

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En este contexto, el profesor uruguayo Héctor Gros Espiell destacó la necesidad de conciliar la libertad de investigación científica con los límites éticos. Puso un ejemplo: "La aceptación de la clonación humana con fines reproductivos violaría el principio de la individualidad de los seres humanos, nuestro carácter de ser únicos".

La discusión sobre el derecho a la injerencia evidenció un doble peligro: que los derechos humanos sirvan de pretexto para una intervención imperialista de las potencias occidentales y que las dictaduras se escuden detrás de la soberanía para aterrorizar a sus poblaciones o minorías. Para resolver este dilema, el presidente de la ONG Solidaridad para el Desarrollo y la Paz, Mbuyi Kabunda Badi, enunció cuatro criterios a los que debe ajustarse el derecho de injerencia: "Que sea a favor de los agredidos, que sea la ONU quien decida las intervenciones con misión humanitaria, que se reconozca el derecho de autodeterminación de las minorías y que lo pueda ejercer también el débil frente al fuerte".

La colombiana Gloria Cuartas, consultora de la Unesco en Programas de la Mujer, y el uruguayo Gros rechazaron la idea de un derecho de injerencia, "una palabra maldita en América Latina".

El director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, hizo una síntesis crítica del debate. Subrayó que fue "la Convención Internacional contra la Tortura la que permitió procesar a Pinochet" y cómo éste era un caso ejemplar en "el que la comunidad internacional ha logrado convertir en ley de aplicación directa lo que era una declaración de derechos humanos". En cuanto al derecho de injerencia, Ceberio se preguntó si "es compatible la globalización, sobre todo la globalización de la comunicación, con algunos espectáculos de violación sistemática de los derechos humanos".

El debate sobre la universalidad de los derechos humanos, alentado por José Vidal-Beneyto, coordinador de la Unesco, con la pregunta ¿"Se pueden formular los derechos de una manera aceptable para todos pese a nuestras diversidades lingüísticas y culturales"?, propició la confrontación entre quienes ven los derechos humanos como un producto occidental que amenaza los valores primitivos del África precolonial o las virtudes religiosas del islam, y quienes consideran, como Daniela Napoli, de la Comisión Europea, que la idea "de un hombre, un voto es lo que acabó con el apartheid en Suráfrica".

A favor de la universalidad de los derechos humanos se pronunció la investigadora mexicana Gloria Ramírez. Argumentó que "son los indígenas, los que fueron excluidos en la creación de los Estados nacionales, quienes enarbolan ahora esa bandera".

Adam Michnick, director de Gazeta Wyborcza, de Varsovia, abundó en el mismo sentido: "La declaración de los derechos humanos fue el programa de la oposición polaca durante la era soviética" y la "diversidad suele ser un pretexto de las dictaduras". Esbozó a continuación un método realista para avanzar en los derechos humanos en la era de la globalización: "Los derechos humanos no son una receta para todos los dolores de la humanidad. Son sólo una propuesta para evitar la tiranía política y su consecución es un camino que se construye paso a paso".

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