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Miles de manifestantes convierten el juicio de Bové en una protesta contra la globalización

El juicio contra los 10 sindicalistas franceses de la Confederación Agraria que el 12 de agosto del pasado año destruyeron un restaurante McDonald's en Millau se transformó ayer en una gran manifestación de rechazo a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y a la globalización liberal. Mientras el portavoz de la Confederación Agraria, José Bové, y el resto de los procesados utilizaban la sala de audiencias como tribuna de sus postulados, miles de militantes de la lucha antiliberal efectuaban simbólicamente en la calle el proceso del sumario judicial en curso.

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Un líder alternativo

Millau es una fiesta reivindicativa que congrega bajo el mismo sol de justicia e idéntica pasión anti-OMC a sindicalistas agrarios de rostro curtido por la intemperie y a finos intelectuales y observadores de la capital, a veteranos militantes de todas las causas de la izquierda y a jóvenes de las más diversas tribus. Desde las feministas hasta los okupas, pasando por los defensores de los sans papiers (inmigrantes indocumentados). Fruto quizás de la veteranía militante de los organizadores, el guión que prefigura los acontecimientos está perfectamente diseñado para que los medios encuentren las imágenes más propicias, de mayor impacto visual. Como si fueran camino del cadalso, José Bové y los suyos entraron en la población en una carreta vallada conducida por un tractor y rodeados de simpatizantes. Fue una entrada triunfal, respondida con fervor por las miles de personas que les esperaban en la abarrotada plaza de Millau, situada a unos metros del Palacio de Justicia.

A las dos de la tarde, tras los discursos con los que defendieron la legitimidad de la destrucción del McDonald's local, los procesados acudieron puntualmente a la cita ante el tribunal respaldados por los gritos de la multitud. Pese al despliegue policial, que incluye a cientos de antidisturbios de las Compañías Republicanas de Seguridad (CRS), el control de la calle descansa preferentemente en los 2.000 sindicalistas encargados del servicio de orden. El cordón que guardaba el Palacio de Justicia se aplicó con tanto celo a la tarea que cerró el paso a una de las magistradas del tribunal poco deseosa de identificarse ante ellos.

El 'Seattle francés'

Más allá de la sentencia, que se presupone benigna, la cita de Millau pretende servir de palanca para la formación de un verdadero movimiento antimundialista, el Seattle francés, que busca dar la batalla al liberalismo y poner freno a la desregularización que castiga a los pequeños y medianos agricultores y que provoca el cierre anual en Europa de decenas de miles de explotaciones familiares. Dirigentes de sindicatos agrarios alternativos de los cinco continentes, representantes de los campesinos sin tierra suramericanos, africanos y asiáticos, intelectuales izquierdistas y miembros de Attac -la asociación que propugna la tasación de las transacciones financieras para destinar lo que se recaude a ayuda para los países en desarrollo- han formado aquí, en Millau, la cabeza visible de ese nuevo frente.

Vistos los argumentos expuestos -"los Gobiernos son impotentes ante la dictadura del dinero", "la OMC es un puro instrumento del liberalismo", "el control ciudadano es el único que puede garantizar la soberanía alimentaria frente a los sistemas multinacionales hiperprodutivos"-, es un movimiento que sobrepasa con mucho los esquemas de la izquierda gestionaria.

José Bové, el personaje que la revista norteamericana Business Week ha situado entre las 50 personalidades europeas del momento, es el catalizador mediático de este movimiento, pese a que hasta hace 11 meses, cuando atacó el McDonald's, era un perfecto desconocido, salvo en los ambientes de la izquierda alternativa, antimilitarista, ecologista, autogestionaria.

No puede ser casual, desde luego, que el característico mostacho del "héroe de Seattle" encontrara ayer tantos imitadores entre la variopinta multitud congregada en Millau. La cuna del roquefort se asemeja inevitablemente estos días al poblado galo de Astérix en su lucha, esta vez, contra la globalización rampante y la dominación de las multinacionales.

El primer ministro Lionel Jospin se equivocó sin duda cuando tiempo atrás comentó que el portavoz de la Confederación Agraria era un nuevo Tarzán, sobrenombre de un sindicalista de gloria tan intensa como efímera. Después de haberse resistido a entrevistarse con el procesado Bové, el primer ministro ha terminado por llevarse a cenar al hombre que encarna exitosamente en Francia la protesta contra la malbouffe (la comida bazofia). No podía hacer menos, teniendo en cuenta que unos días antes el presidente de la República, Jacques Chirac, había hecho un aparte con José Bové en la Feria de la Agricultura a la vista de todo el mundo.

Pese a su demostrada capacidad para servirse de los medios de comunicación, el antiguo universitario reconvertido en agricultor alternativo aporta un estilo mucho más fresco y auténtico que el de los políticos profesionales, algo parecido a la sinceridad. Su libro El mundo no es una mercancía es todo un éxito editorial, con más de 80.000 ejemplares vendidos.

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