Concha Velasco protagoniza 'Km. 0' junto a 13 jóvenes actores
El filme es una comedia sobre vidas cruzadas
El kilómetro 0 está en Madrid, en la Puerta del Sol. Es un punto de encuentro habitual, donde gente que no se conoce se cita por primera vez. El guionista Juan Luis Iborra no vive lejos. Un día le dio por imaginar qué pasaría si esas personas que esperaban acabaran con alguien distinto a quien aguardaban. Junto a Yolanda García Serrano volcó esa idea en un guión, que ha acabado convirtiéndose en un filme, Km. 0, dirigido por ambos. Lo protagonizan 13 jóvenes actores y la veterana Concha Velasco. Este viernes llega a las pantallas.
La trama se sitúa en una calurosa tarde de agosto, aunque la película se rodó en otoño del año pasado, con lluvia y frío. En la ficción, en sólo seis horas las vidas de 14 personas se entrecruzan y cambian radicalmente. La adinerada Marga (Concha Velasco) busca sexo con un gigoló (Jesús Cabrero) y encuentra a su hijo (Miquel García), al que abandonó siendo un niño; un estudiante de cine, Pedro (Carlos Fuentes), ha quedado con una amiga de su hermana (Mercè Pons), a la que confunde con una prostituta (Elisa Matilla), mientras que la chica, Silvia, que es actriz, se topa accidentalmente con un prestigioso director teatral (George Corraface); Amor (Silke) está empeñada en casarse con su novio (Tristán Ulloa), un camarero del que está enamorado su futura cuñada (Cora Tiedra), pero en su vida se cruza un policía (Roberto Álamo) que enreda sus planes. Luego están Bruno (Víctor Ullate Jr.), un bailarín que mantiene una relación a través de Internet con Máximo (Armando del Río) y que acaba en la cama con el hijo de Marga. Mientras, el internauta abandonado por mor del destino entabla amistad con un funcionario de Hacienda (Alberto San Juan). O sea, una ronda de personajes y de sus historias que la codirectora Yolanda García Serrano definió ayer en la presentación del filme en Barcelona como "un cuento de verano". "Km.0", precisó, "parte de unos personajes que están solos, a los que no les gustan sus vidas". Tan descontentos están con su existencia que los guionistas deciden ayudarlos y lo hacen de la manera que pueden: escribiéndoles un final feliz.
Iborra comentó que aunque en una primera lectura "la película puede parecer sencilla, no lo es tanto". Y añadió que el género de comedia, que ya cultivaron en su primer largometraje, Amor de hombre (1997), y en los muchos guiones que han escrito para el cine y la televisión, les va al dedillo porque les permite "contar cosas serias".
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