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Tamayo lleva al Vaticano un auto sacramental de Calderón

El gran teatro del mundo, auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca, cerró con broche de oro, el pasado fin de semana, el 47º Congreso Eucarístico Internacional en el Vaticano. Los muchos factores en contra, entre ellos su representación en castellano y la coincidencia con el partido Italia-Rumania, de la Eurocopa 2000, no lograron impedir que se llenaran al menos dos tercios de la inmensa sala de audiencias vaticanas, Aula Nervi. En primera fila, el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, en representación del Papa, y la reina de Bélgica Fabiola, en excelente forma física, que fue acogida con verdadero delirio por los centenares de religiosas que llenaban el auditorio. Acudieron también los dos embajadores españoles, ante la Santa Sede y ante el Estado italiano, y numerosos participantes en el Congreso Eucarístico.

La representación, dirigida por un veterano de la escena como José Tamayo e interpretada por Pepe Rubio, Paco Valladares y Julia Martínez, no tenía un carácter comercial. Financiada por los ministerios de Exteriores y Cultura y por Caja Sur, pretendía contribuir a la difusión de la cultura española y rendir homenaje a Calderón de la Barca en el cuarto centenario de su nacimiento. En el Aula Nervi brilló con luz propia la escenografía de Gil Parrondo y sonaron con delicadeza celestial los cánticos de la Coral Polifónica de Madrid perfectamente unidos a la música de Antón García Abril.

El auto sacramental fue seguido con devoción por parte de la audiencia, y con algo de dificultad por los espectadores italianos, sin duda sorprendidos de la austera visión católica de Calderón, su severidad con la belleza, un bien de escaso valor cuando "no es belleza del alma", su crudeza para enfocar el más allá. Visto en el Vaticano, El gran teatro del mundo, pieza barroca representada por primera vez en 1635, aparece como una obra rigurosamente dogmática, que refleja a la perfección el catolicismo a la española, una verdadera corriente interna con personalidad propia. Paraíso, Infierno y Limbo están dibujados en los términos más estrictos, sin que los hallazgos verbales y de planteamiento mitiguen el impacto apocalíptico del texto teatral.

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