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Noche de ronda

JAVIER UGARTE

Quien más, quien menos, todos hemos canturreado alguna vez la Noche de ronda de Agustín Lara y recordamos que decía eso de que las rondas hacen daño, no son buenas. Pero, puestos a poner ejemplos musicales, están también esas otras piezas en ronda como aquél "Aldapeko sagarraren adarraren puntan..." En fin, que depende del intérprete, la ocasión y el arte que se ponga en ello.

Tal vez el lehendakari no le puso mucho arte a su última ronda (hablar para dialogar y lograr la paz), o no era la ocasión. Pero si esto resulta opinable, lo cierto y verdadero es que cuando el lehendakari abre una ronda de consultas, todo aquel que está en el juego, acude. Todos. El PP ha perdido -¿una vez más?- la ocasión de demostrar palmariamente que su apuesta por el Estado de derecho es estratégica. Porque lo que en otro lugar resultan frivolidades siempre reprochables, en Euskadi es sustantivo. Aquí no vale decir que se está por las reglas de juego democrático (error del último documento del PSE; uno de ellos), aquí esas reglas tienen cuerpo institucional en forma de leyes, constituciones, hábitos parlamentarios y entidades como el Parlamento vasco o el lehendakari.

En primer lugar, la libertad y la normalidad democrática, su propia cultura, exigen ser institucionalizadas para que se conviertan en rutina, se conviertan en estructuras de conciencia en cada uno de nosotros. El conductor, al ver a un niño en medio de la carretera, intenta por todos los medios y sin dudarlo un segundo, evitarlo, no atropellarlo. A los que no se comportan así, les llamamos psicópatas o cosa similar. Es parte del comportamiento dado por supuesto; nunca necesitamos considerar la alternativa, ni tan siquiera el conductor se detiene a pensar en lo atroz que sería apretar el acelerador. Simplemente lo evita porque se ha conformado como parte de su "instinto". Las instituciones son sustitutivos del instinto en las sociedades democráticas. Y en segundo lugar, una vez instituido el marco de nuestras relaciones para una sociedad en democracia y libertad, hay que practicarlo, para "internalizarlo" dicen los sociólogos, para hacerlo parte de la rutina política que garantiza nuestra libertad y la democracia.

En el País Vasco, esto es vital. No es que aquí se haya puesto en peligro la libertad y la democracia en abstracto. Se la ha puesto (hace muchos años) a través del terror totalitario, y, sobre todo, en los últimos tiempos, a través de la deslegitimación de sus instituciones democráticas emanadas del Estatuto. Y las instituciones derivan su poder de la validez que les transmite el darlas por supuestas, el que actúen como "instinto democrático". La Lehendakaritza es una de esas instituciones clave. Cierto que el PNV no ha sabido gestionarla bien desde Ardanza para aquí. Pero el PP está demostrando el mismo desprecio por las instituciones que reprocha a otros.

Hay amigos, a los que respeto, que dicen que Mayor Oreja se ha ganado ser el la próximo lehendakari. No estoy en absoluto de acuerdo. Respeto su firmeza en los temas del terrorismo y la aplaudo. Pero si aspira a ser lehendakari, deberá ganárselo en las instituciones legislativas vascas, en aquéllas desde las que se ejerce el control al Ejecutivo, desde las que se presentan mociones de censura y desde las que se oferta una alternativa global a la sociedad. Deberá ganárselo en el Parlamento vasco. Si gana unas elecciones a base de visceralidad, será un plebiscito rancio que dejará las cosas como están o peor (y ojalá me equivoque).

Si en las composiciones de ronda no entra el segundo turno, todo se desbarata, la melodía se interrumpe y uno piensa en las alternativas. Y la alternativa, hoy por hoy, en Euskadi es la quiebra institucional para dar paso a ETA y a las restricciones a la libertad. Y esto, claro, no lo queremos prácticamente nadie. No lo quieren ni mis amigos de HB.

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