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La nueva élite de los 'bo-bos'

A la nueva clase emergente occidental se la denomina ahora bo-bos (invención de David Brooks), una fusión entre las características de los que se llamarían bo-hemians y los bo-urgeois. El bo-bo sucede, a la altura de 2000, a la tribu de los yuppies de los años ochenta. Conservan de los yuppies su afán por el consumo caro, su estatus y su visibilidad en los medios de moda, pero poseen a la vez gustos contraculturales importados de los años sesenta. Son como una derivación de corrientes sesenta y ocho bañadas por la evolución económica y la maduración de las elecciones, según la edad y el estilo de los tiempos.Los bo-bos se forman con gentes cultivadas, licenciados con másters, ejecutivos con antropología, profesionales de varios idiomas y amplio conocimiento internacional dentro de la nueva sociedad de la información. Sus notables recursos económicos se corresponden con una sólida formación superior y una privilegiada información global. Son la nueva élite del mundo y demuestran en sus elecciones de vida y sus consumos el patrimonio personal de una experiencia mistificada. Los bo-bos no gastarán, por ejemplo, grandes sumas en bienes de ostentación para impactar a sus pares. La ostentación directa se ha convertido, entre ellos, en una seña de mal gusto y de peor educación. Los gastos aparatosos se legitiman sólo por su condición de "necesidad". Será así una muestra de grosero despilfarro invertir grandes sumas en aparatos de alta fidelidad, pero se justificará en cambio la compra de un superfrigorífico de los que ahora se venden, por varios millones, en Estados Unidos; será aceptable pagar una fortuna por un 4 - 4 de la gama máxima, pero no es pertinente pasearse con un deportivo. Incluso los deportivos, cuando se manejan, se definen hoy como sport utility vehicule, denotando que la "utilidad" debe incorporarse siempre al sentido de la compra.

Y la simplicidad. Las cosas, obedeciendo a la consigna de no parecer exhibicionistas, deben presentar un diseño sencillo, simple, de apariencia elemental. Otra cosa es que esa simplicidad en unos zapatos de Prada se traduzca en un coste de 100.000 pesetas. En la confluencia de la altísima calidad y la no apariencia cristaliza la máxima conquista del consumo. Como también es muy de estilo bo-bo la apariencia de "naturalidad" o "espontaneidad". Los yuppies amaban en su tiempo las superficies lisas, los tapizados en cuero, los revestimientos de mármol. Por contraste, los bo-bos eligen las superficies más rugosas o cálidas: prefieren la franela a la seda, la cerámica a la porcelana y las mesas sin cepillar o los suelos irregulares en los restaurantes de lujo. La misma idea se impone en los comestibles y, como consecuencia, los zumos o los cafés de la élite bo-bo deben dejar un poso en el culo del recipiente, señal de que no han sido depurados o filtrados. El azúcar sin refinar es considerada, precisamente, una de las mayores cotas del refinamiento.

No se trata, por tanto, de consumir más barato o de consumir menos, tal como pregonaba hace pocos años el downshifting, sino de aguzar la elección y acentuar también, dentro de estas opciones, el conocimiento profundo sobre la particularidad de los consumos. No le bastará a un bo-bo elegir y gozar el tacto de una prenda tweed. Siendo como debe ser, el bo-bo sabrá que el tweed posee raíces celtas y conocerá algunas leyendas en torno a su obtención y rituales en el siglo XIV. Es imperdonable hablar de joyas, exhibir brillantes, mantener conversaciones sobre valores mercantiles, contar viajes. Si se quisiera manifestar un indicio del nivel en que se vive o se está deberá hablarse de la cultura yoruba a propósito de esos rudimentarios cubiertos africanos de palo con los que está sirviendo una ensalada de paja. Utilidad, naturalidad, simplicidad, exhibición de lo exquisito por medio de la cultura. El bo-bo es un burgués que recibe la pátina del intelectual y añade el desenfado de un profesional mundano.

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