Jueces
A falta de dioses o de una voz suprema que premie o castigue nuestros actos, el hombre se ha tenido que valer de sí mismo para juzgar puntualmente cada una de sus hazañas. Sin duda, quienes inculpan o eximen, quienes dictan sentencia, firman penas de muerte o conceden indultos son seres humanos que padecen las mismas pasiones y miserias que el común de los mortales. Quiero decir con esto que no son la voz de Dios en la tierra ni la perfecta medida de las cosas, pero resultan necesarios para aproximarnos a un orden y saber hasta qué punto nos hemos excedido en la práctica libre del oficio de vivir. Lo molesto es que los jueces están por todas partes y cada uno de nosotros, en algún momento, ha tenido que ejercer la desagradable función de calificar la conducta, el talento o la aptitud de algunos aspirantes a un simple espacio en la vida. Los docentes, por poner un ejemplo cercano, lo hacen de forma continua y cotidiana; pero es una labor que afecta igualmente a los jefes de personal y a los tribunales de cualquier disciplina. Visto desde otro lado, la cosa cambia y casi nunca estaremos de acuerdo con ese puñado de incompetentes que fue capaz de suspendernos por un sencillo examen. Pero el asunto se agrava cuando entramos en el terreno pantanoso de los concursos artísticos. Es muy fácil decir que el certamen estaba amañado, que el jurado está comprado o vendido cuando la gloria del premio no es para nosotros. Tan fácil como no reconocer jamás que la obra del triunfador era mejor que la nuestra y que su talento también se merecía los aplausos del respetable. Estos días, sin ir más lejos, un artista alicantino largamente premiado como Paco Juan, constructor de la titánica Hoguera de Carolinas Altas, ha echado por tierra sus ilusiones y las de todo un barrio por un desmedido amor al riesgo y un fallo de cálculo demasiado evidente. El monumento más caro de la historia de las Fogueres de Sant Joan se le vino abajo con el primer aliento de la brisa. Pero antes de reconocer su propio error y ampararse en la humildad, el artista repartió la culpa entre sus jueces: "El año pasado el premio me lo robó el jurado y este año me lo ha robado Dios". La verdad: yo creía que Dios no entraba en esto.
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