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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ronda Ibarretxe 4

Tras una nueva ronda de contactos con las fuerzas parlamentarias vascas -excepto el PP, que se negó a participar-, el lehendakari se presentará mañana en La Moncloa con su propuesta de crear, en un plazo no precisado, un nuevo foro de diálogo. Ibarretxe lleva meses proponiendo la constitución de una mesa de partidos "sin exclusiones": que supere las limitaciones de Lizarra, pero también las de la Mesa de Ajuria Enea, foro del que estaba ausente HB. Sin embargo, y tal como ha reconocido Arzalluz, del nuevo foro que pretende convocar Ibarretxe seguiría ausente HB y ahora también lo estaría el PP. Más que avance hacia la integración en torno a unos principios compartidos, lo que ha habido es un retroceso. Ninguna propuesta realista podrá dejar de reconocer esa evidencia.El lehendakari considera que la votación del pasado viernes en el Parlamento vasco avala su propuesta. Es una interpretación voluntarista. Una mayoría votó a favor del principio de constituir una mesa de diálogo con determinadas condiciones, pero el rechazo del PNV impidio que se aprobara una de tales condiciones. En realidad, no se aprobó nada. Sin embargo, el voluntarismo de Ibarretxe se vio avalado ayer por la interpretación del socialista Nicolás Redondo, que presentó la votación del viernes como la del entierro de Lizarra por el PNV. Explicó que los nacionalistas no pueden reconocerlo abiertamente, pero que ése es el significado objetivo de su votación. Ojalá acierte, pero puede tratarse de una interpretación interesada para justificar una iniciativa cuyos efectos positivos no se han percibido. Lo que Egibar dijo el viernes y repitió el lunes es que Lizarra "sigue siendo válido", y que eran los socialistas quienes no habían "pasado la prueba" por haber votado en contra del ámbito vasco de decisión.

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Ibarretxe admite que es imposible unir a todos los partidos en una mesa de diálogo

Ibarretxe trata de conciliar las exigencias de Lizarra con las de los partidos constitucionalistas, pero lo hace de manera sesgada. Dice que hay que separar pacificación de normalización política, pero sigue identificando la paz con la satisfación de determinadas aspiraciones nacionalistas; admite que hay que partir de las instituciones actuales, pero sólo para dar paso a su superación al incluir el reconocimiento del ámbito de decisión como uno de los requisitos del diálogo; el respeto de los derechos humanos como condición para participar se relativiza al hablar de un diálogo "sin exclusiones", que sólo puede interpretarse como que HB será admitida aunque ETA siga matando con la comprensión de su brazo político.

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En esta situación, se comprende que el PP no quiera avalar con su presencia iniciativas que permiten al nacionalismo estar con un pie dentro y otro fuera de Lizarra. Sin embargo, cuando el objetivo esencial de ETA y HB es deslegitimar las instituciones, contribuir a acreditarlas debe ser una prioridad de los partidos democráticos. Una cosa es el PNV y otra el Gobierno vasco. El PP debería haber participado en la ronda de conversaciones, aunque sólo fuera para exigir al lehendakari que actúe como tal y no como portavoz del portavoz de su partido.

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