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A la caza del voto en México

Juan Jesús Aznárez

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Chimalhuacán sometió a 15.000 mujeres mexicanas a una coacción insoportable para obligarlas a votar el 2 de julio por el oficialismo. Seis macizos en calzoncillos boxer y botas charras bailaron hasta quedarse casi en cueros, intimaron con glúteos y pudendos y no hubo piedad hasta que los aullidos del electorado fueron priístas. Cuatro letras y un anagrama estampados sobre otros tantos traseros instaron al sufragio por la continuidad en las presidenciales más reñidas de la historia de México: "V-O-T-A-PRI".Viendo desmayar a las suyas, observando el alzamiento de manos en procura de algún músculo indecente, Guadalupe Buendía, también conocida como La Loba, no cabía en sí de gozo. "Espero que nadie se haya ofendido. Es un regalo de corazón para diversión de las madrecitas, porque a todas nos gustan los hombres, no lo vamos a negar, por muy viejas que seamos", admitió la presidenta del Consejo de Mujeres por el Cambio. "¿O no, compañeras? Por aquí vemos, y por acá nos lamemos", agregó, señalándose pícaramente ojos y vientre.

No tardó la oposición en aprovechar el atrevimiento de los Buendía para denunciar que "Labastida tiene nuevas mañas para conseguir el voto". El hijo de La Loba, Salomón, aspira, por su parte, a un escaño en la Cámara de Diputados. Pero no son esas mañas las que preocupan a los observadores, a los obispos críticos, a cuatro consejeros del Instituto Federal Electoral (IFE), al Partido de la Revolución Democrática (PRD), centro-izquierda, con Cuauhtemoc Cárdenas, a la cabeza, o al conservador Partido de Acción Nacional (PAN), cuyo candidato, Vicente Fox, disputa el primer lugar en las encuestas a Francisco Labastida. Preocupa más el abuso del analfabetismo político, los temores de la indígena Angelita en la plaza central Atlacomulco, Estado de México: "Nos dicen que si no votamos por el PRI nos van a quitar las ayudas".

Los ministros de Agricultura y Desarrollo Social, cuyas carteras administran los principales programas oficiales, negaron la manipulación electoral de los recursos públicos porque el sistema de distribución lo impide. El reparto de cheques para semillas, tractores, regadíos o el efectivo para alimentación o medicinas, dijeron, no obedece a la militancia de los beneficiarios, sino a sus necesidades como mexicanos. La oposición mayoritaria niega la proclamada equidad, y pactó un "acuerdo por la legalidad electoral", una iniciativa contra "los actos ilegales del régimen priísta", que fuentes oficiales calificaron de "márketing propagandístico". El PAN fue más allá y ofreció una recompensa de 100 dólares a quien logre capturar a un tramposo con las manos en la masa electoral, reteniendo carnés de identidad para amedrentar o fraguando trucos.

La limpieza del escrutinio de los votos ya depositados en las urnas parece asegurada, porque el IFE y los partidos en disputa establecieron las medidas imprescindibles para que así sea. Las advertencias apuntan a su compra o coacción. "La oposición también presiona y compra a su manera allí donde gobierna, pero tiene menos medios y maquinaria para hacerlo que el PRI", comentó un observador internacional. Imposible el robo de urnas y papeletas, las presiones revisten formas más sofisticadas: acechan el voto del miedo, del necesitado o del ignorante. José Woldemberg, presidente del IFE, reconocía a este diario que muchos mexicanos prefieren un kilo de arroz que el sufragio.

Y nadie como el PRI, según las denuncias, puede comprar arroz, distribuirlo a conveniencia por los cuatro puntos cardinales de México con su miriada de organizaciones. Lo ha hecho durante sus 71 años en el poder. "Todos sabemos que el problema está en el campo, independientemente de que haya mampara , la gente tiene temor a perder las prestaciones sociales porque hay un control más grande y pueden identificarlos", declaró Raúl Vera, obispo de Saltillo. El voto de los 27 millones de mexicanos que viven en el campo será determinante en unas elecciones que son más un referéndum sobre el PRI. Quienes lo aborrecen rechazan hasta el jabón de tocador Twister y el deteregente Arco Iris distribuidos por el oficialismo: "¡Es de puro sebo de muerto!".

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