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Putin viaja a España para tratar de convencer a los empresarios de que conviene invertir en Rusia

Vladímir Putin llega hoy a Madrid, en su segundo viaje a un país occidental desde que asumió la presidencia, decidido a convencer a los empresarios españoles de que éste es el momento de invertir en Rusia. Para ello tendrán que superar sus temores, en buena medida justificados, a la omnipresente burocracia, la corrupción, el crimen organizado y el inseguro y farragoso marco legal. El nuevo líder del Kremlin, que vestirá para la ocasión su uniforme de reformista liberal, prometerá lo que más se echó en falta en la etapa de Borís Yeltsin: estabilidad política.

Aunque ninguna de las dos partes evoque el incidente, la visita es un desagravio por el plantón que Yeltsin le dio a José María Aznar en Moscú en mayo del año pasado, cuando -en plena crisis bélica en Kosovo y política en Rusia- se negó a recibirle pretextando una enfermedad de última hora que no le impidió desarrollar al día siguiente una actividad normal. La situación es ahora muy distinta. El imprevisible y temperamental Yeltsin se ha jubilado, la crisis de los Balcanes está encarrilada, el ex secretario de la OTAN Javier Solana (hoy responsible de política exterior y de seguridad de la UE) viaja con frecuencia a Rusia sin que nadie le insulte como entonces, y Putin y Aznar apuestan por el pragmatismo.

El viaje se ha preparado con sumo cuidado. Se intentará evitar que Putin se cruce con grupos de manifestantes que protesten por su conducción de la guerra del Cáucaso, su gran trampolín hacia el poder. El conflicto ha derivado hacia una sucia guerra de guerrillas y las organizaciones defensoras de los derechos humanos no dejan de denunciar atrocidades cometidas por las tropas rusas que, hasta ahora, quedan impunes.

Lo más probable es que, si acaso, Aznar exprese alguna preocupación y dé algún "consejo de amigo" (como hizo recientemente Bill Clinton), pero sin hurgar en la herida de Chechenia.

En medios diplomáticos hay una clara preocupación por la mala prensa que sufre Putin en España. Se recuerda continuamente que fue agente del KGB, algo de lo que el líder del Kremlin se ha enorgullecido públicamente y no le ha quitado votos: todo lo contrario.

Acoso a la prensa

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En esos círculos se da más importancia a la apuesta de Putin por la estabilidad que a la inquietud que puedan suscitar, por ejemplo, el acoso al grupo mediático Most (que el Kremlin no ha podido controlar) o el nombramiento de jefes militares o policiales para dirigir cinco de los siete nuevos distritos en los que ha dividido el país para reforzar el poder central.

Se recuerda que también Yevgueni Primakov fue jefe del espionaje exterior, sin que se le echase en cara continuamente. Estaba previsto que el antiguo primer ministro y rival político de Putin acompañara a éste a España, de igual forma que lo hizo a Roma el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov. Primakov, sin embargo, viajará a Damasco para representar a Rusia en los funerales del presidente sirio, Hafed el Asad. Primakov y Luzhkov intentan adaptarse a una realidad impensable hace menos de un año, cuando veían el poder como algo al alcance de la mano, y Putin era un desconocido.

El presidente se trae a su esposa Liudmila, cosa que no hizo en Italia y que no hará en Alemania. Puede que haya influido el hecho de que la primera dama, que a veces parece tan invisible como las mujeres de los dirigentes soviéticos (a excepción de Raisa Gorbachova), se licenció en filología hispánica y domina el idioma.

Durante su reciente viaje a Italia, Putin se comprometió a luchar contra la corrupción y las mafias, promover reformas legales para proteger las inversiones extranjeras e incluso a sacar adelante una ley contra el blanqueo de dinero. Un italiano, Romano Prodi, actual presidente de la Comisión Europea, cantó a finales de mayo durante la cumbre Rusia-UE las verdades del barquero al liderazgo ruso al dibujar un sombrío panorama para las inversiones, desde la ausencia del imperio de la ley a las barreras comerciales. Javier Solana, Míster Pesc, abundó en la misma idea al referirse a la ausencia de normas "claras, precisas y mantenidas en el tiempo".

Las dificultades del mercado no explican, sin embargo, la escasa presencia de las empresas españolas en Rusia. Alemanes (primeros inversores exteriores) e italianos, entre otros, se han introducido con éxito en esas aguas turbulentas, con un fuerte apoyo estatal. Los españoles, en cambio, siguen viendo a Rusia como un terreno minado y repleto de obstáculos por el que no merece la pena transitar. La cumbre de Madrid pretende eliminar esos recelos.

Las empresas que apuestan por Rusia forman un club muy reducido -Campofrío, Gallina Blanca, Chupa Chups, Indra...- y sufren los efectos de la crisis de agosto de 1998. Ni los intercambios comerciales ni el turismo han recuperado todavía el modesto nivel de esa época. La tendencia es, sin embargo, a la recuperación. Como asegura un empresario español, "Rusia es un país difícil, pero éste es el momento de tomar posiciones. Si se espera unos años, será demasiado tarde y el mercado estará copado por la competencia".

Premio para la 'moderación' de Aznar

Si algo sorprende del viaje de Putin a España es que se produzca antes que a Francia, un país con el que los lazos históricos, políticos y económicos son infinitamente más profundos y que, además, es uno de los ejes de la construcción europea. Jacques Chirac, además, cursó la correspondiente invitación el pasado febrero, sin esperar, como hizo Aznar, a que Putin fuese elegido el 26 de marzo.La explicación hay que buscarla en el hecho de que el jefe del Gobierno español ha optado por la moderación en sus críticas a la marcha de la guerra de Chechenia, mientras que París ha denunciado con firmeza lo que considera una "situación colonial", y no ha parado de exigir que se abra un proceso negociador para alcanzar una solución política.

Hubert de Védrine, ministro francés de Exteriores, admite que "se nota el efecto de lo que hemos dicho sobre Chechenia", pero confía en que el distanciamiento no dure mucho. Lo que es más dudoso es que se pueda restaurar con la misma fuerza que un día tuvo la troika Moscú-París-Bonn, que se basaba en buena medida en las magníficas relaciones personales de tres dirigentes y que difícilmente será la misma con Yeltsin y Helmut Kohl fuera de la circulación.

Entre los interlocutores privilegiados de Putin en Europa, habrá que incluir al británico Tony Blair, que le ofreció una prueba de confianza al visitarle en San Petersburgo antes de las elecciones, y que fue su anfitrión en Londres cuando aún no había tomado posesión. Aznar se está posicionando también para forjar una buena relación con el nuevo líder del Kremlin, cuyos auténticos designios siguen siendo un misterio.

Putin venderá en España una de las ideas clave de la política exterior rusa: la necesidad de un mundo multipolar que rechace la hegemonía única de Estados Unidos. Cabe esperar que el líder del Kremlin explique su contraoferta al plan de guerra de las galaxias de Bill Clinton, es decir el escudo antimisiles con el que se busca la protección contra ataques de Estados potencialmente terroristas.

EE UU ya ha dejado claro que no está dispuesto a un sistema conjunto con Rusia, pero ésta insiste en que, en caso de ser real la amenaza de un ataque exterior con cohetes, no se dirigiría tan sólo contra la Casa Blanca o el bulevar de las estrellas de Hollywood, sino también contra los Campos Elíseos, la Gran Vía, Picadilly Circus o el Vaticano.

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