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Viaje por los museos vascos

El 'Pepito Grillo' ecologista

Es un recorrido exhaustivo por la relación del hombre con la naturaleza, desde la descripción de la Tierra antes de la intervención de la especie humana hasta la presentación descarnada de su paso por el planeta. El Museo Medioambiental Ingurugiro de Azpeitia surgió hace dos años a partir del concepto de desarrollo sostenible y al amparo de la moda por el reciclaje para ofrecer un servicio fundamentalmente didáctico.Y así se presenta al visitante: no es un itinerario por una serie de colecciones, sino un paseo iniciático en la cultura (como se dice ahora) del respeto a la naturaleza, de intentar superar los excesos contaminadores del pasado, presente y futuro industrial vasco.

"La Tierra no es una herencia de nuestros padres y madres, sino un préstamo de nuestros hijos", dice el refrán indio que recibe al visitante en el primero de los cuatro grandes espacios en que está dividido el museo. Dedicado a los recursos ambientales, también se podría considerar como un recorrido por los cuatro elementos.

Para empezar, se presenta el mapa geológico del Pais Vasco donde ya se perciben algunas de las aportaciones didácticas que ofrece el centro y que son, quizás, su mejor valor. En esa cartografía, y con solo pulsar un botón, el visitante ya puede por sí mismo descubrir dónde está la mayor presencia de galena, hematites, cuarzo o arenisca en el territorio de la comunidad autónoma.

Y después de la tierra, en este recorrido por los cuatro elementos, llega el aire, con especial atención más a su consideración atmosférica que a la filosófica. Así, al visitante se le presentan los graves problemas que afectan a la capa de ozono, las consecuencias de la lluvia ácida o la amenaza del calentamiento global.

La angustia previsible que puede invadir a quien asiste a este panorama se completa con un par de dioramas que ofrecen con una claridad deslumbrante las consecuencias que tiene el efecto invernadero sobre una pequeña población.

Fuego y agua

El elemento fuego está representado con el Sol, estrella que da vida a la Tierra y cuyos principios básicos se recogen al detalle, como los del agua, el cuarto elemento que completa la primera sala del museo.

La segunda aborda el espinoso asunto de la materia y la energía, origen básico de la vida. El principio elemental de la clorofila comparte espacio con las infinitas manifestaciones de vida, desde las bacterias a las aves que crecen en innumerables ecosistemas, repartidos alrededor del planeta. Es la introducción a los del País Vasco, "pequeño lugar de contrastes", como resume el panel correspondiente.

El museo entra en estos momentos en lo concreto: ya se comienza a hablar a los visitantes de lo más cercano, hasta el punto de que el pequeño territorio vasco está dividido en cuatro regiones: la cantábrica, la subcantábrica, la submediterránea y la mediterránea.

Tal es el detalle de esta sala que en uno de los paneles se dice que "hay más seres vivos en un puñado de tierra que en todo el planeta", mientras que otro de los juegos didácticos describe el proceso por el que una hoja de roble se convierte en humus.

El final de este segundo espacio llega con un mensaje que recorre el museo: "¿Y yo, qué puedo hacer?", destinado a todos los públicos. Porque, aunque esté enfocado claramente a grupos escolares, el contenido supera con mucho los conocimientos de niños y adolescentes y también tiene su destino en los adultos.

Sin ir más lejos, la tercera sala, dedicada a la demografía, ofrece algunas lecciones de ecología urbana, referentes al transporte y a las actividades económicas. En cuanto al primer apartado, se muestra una comparativa del consumo, la contaminación y los residuos que generan los distintos medios, desde el avión a la bicicleta.

Y en lo referente a las distintas actividades económicas, decisivas en la transformación del paisaje por el ser humano, la exposición llega a la conclusión de que es más que necesaria una producción limpia.

Después de este recorrido, el museo llega a su conclusión: es necesario un desarrollo sostenible. El lema está claro: "Piensa globalmente, actúa localmente". Hay que buscar alternativas para superar la actual situación: ahí están los productos ecológicos, el reciclaje, el ahorro personal de energía y el control en el consumo ("el 20% de la población que vive en los países industrializados consume el 80% de los recursos naturales", dice otro panel).

Como se ve, el Museo Medioambiental de Azpeitia es el Pepito Grillo del País Vasco, una de las regiones europeas que más han sufrido la industrialización descontrolada y que trata, con cierto malabarismo, de recuperar parte de su riqueza natural. Eso sí, sin abandonar la producción industrial que le ha caracterizado, desde el impulso al reciclaje y las nuevas energías.

LO QUE HAY QUE VER

La juventud del Museo Medioambiental de Azpeitia se nota: lo que podría ser un lugar hasta pedante, destinado a visitas de eruditos y sin ningún encanto para el profano (y, menos, para los más pequeños), se convierte gracias a sus componentes museológicos en un paseo atractivo y hasta divertido.Botones que, al apretarse, iluminan paneles o emiten sonidos, dioramas y maquetas que explican de un vistazo sesudos problemas medioambientales, juegos sencillos y una organización que trata de aligerar lo complicado del asunto han conseguido el milagro de hacer interesante este, en principio, aburrido museo.

Por ejemplo, para explicar el efecto invernadero se presentan dos maquetas idénticas de dos pueblos, con un termómetro que mide su temperatura. La diferencia entre ambas es que una está cubierta por una campana de cristal, remedo de la capa de CO2 que cubre la atmósfera. En el pueblo limpio la temperatura es de 20º; en el cubierto, de 30º.

Qué manera más gráfica de explicar la geométrica progresión demográfica del planeta que un contador en el que se refleja el nacimiento de cada niño en el mundo: los números corren a una velocidad inquietante, a mayor velocidad que un niño por segundo.

Y a la hora de explicar el ruido, los creadores de este museo han optado por dos caminos: los sonidos tradicionales se muestran con su instrumento, una bocina, un cencerro o un timbre de bicicleta; los ruidos más complejos se presentan con grabaciones que le llevan al visitante lo mismo al fragor de un atasco que a la tranquilidad de un día en el campo.

Tampoco hay que dejar de visitar el paseo virtual en ese tren que recorre el País Vasco, con salida en Miranda de Ebro y destino en Hendaya, pasando por Bilbao. Es un resumen más que gráfico de la acción del hombre en este entorno, con el contraste que ofrecen zonas muy industrializadas con otras prácticamente vírgenes.

Y para terminar, Lucky el Sucio, un niño nacido en un país industrializado y que en su primer año de vida produce 200 kilos de desperdicios, principalmente pañales. Una nota de humor para un museo que trata de que el visitante cambie algunas de sus costumbres cotidianas.

DATOS PRÁCTICOS

Dirección: Carretera vieja de Loiola, 1. Teléfono: 943 812448.Horario: de lunes a viernes, de 10.00 a 13.00 y de 15.00 a 17.30; sábados, de 10.00 a 13.30 y de 15.30 a 17.30; domingos y festivos (salvo locales): de 10.00 a 13.30.

Entrada: gratuita.

Fecha de inauguración: El 5 de junio de 1987 se inauguraba en este caserío del barrio de Loiola el Museo de los Niños. Once años después, comenzaban las obras de reforma del edificio para acoger este Museo del Medio Ambiente que abrió oficialmente el 21 de diciembre de 1998.

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