Una modernización necesaria
El nombramiento de Eduardo Serra como presidente del Real Patronato del Museo del Prado parece indicar, en principio, que el presidente del Gobierno quiere tutelar de forma directa la radical transformación del Museo del Prado, iniciada con entusiasmo hace casi un lustro durante el primer Gobierno del Partido Popular. Este proceso de cambio, que comporta una drástica ampliación aún en curso del espacio y que ha supuesto una audaz reordenación del sistema de organización del museo, dista mucho de estar resuelto. Por otra parte, ha generado una fuerte polémica pública en lo que se refiere, sobre todo, a algunos aspectos del proyecto de ampliación, como el desalojo del Museo del Ejército de su tradicional sede, ubicada en el histórico edificio del antiguo Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro, y el nuevo edificio diseñado por Rafael Moneo como futuro ingreso del Prado a través del claustro de los Jerónimos.Muerto José Antonio Fernández Ordóñez, que, además de presidente del Real Patronato del Museo, fue el inspirador y motor de la actual transformación, ocupó interinamente el cargo Rodrigo Uría, miembro veterano del Patronato y, durante el último periodo, muy comprometido con la renovación del museo. Por todo ello, cuando ya casi todo el mundo daba por sentado que no habría cambios en el Prado, ha sorprendido la propuesta de un nuevo presidente para su Real Patronato, que, según creo, debe interpretarse no como un cambio de orientación de los planes actuales, sino como un enfático empuje a los mismos, al ser ahora impulsados por una personalidad que goza de la máxima confianza del presidente del Gobierno. Eduardo Serra es una figura pública de sobra conocida, con una trayectoria ya muy dilatada en puestos muy diversos y comprometidos de la Administración, donde ha gozado siempre, al margen del color político del Gobierno de turno, de un notable prestigio como gestor eficaz. También ha estado involucrado en responsabilidades directivas en diversas fundaciones filantrópicas y culturales. La responsabilidad que ahora asume es, no obstante, muy grande, porque su labor va a desarrollarse en una institución con un peso histórico intimidante y que no logra librarse de la polémica. De hecho, el Museo del Prado, a pesar de los apoyos oficiales recibidos en los últimos años, sigue viviendo en medio de la incertidumbre. Y es que no sólo basta la buena voluntad, demostrada, eso sí, a raudales, sino también hay que acertar en la solución de los problemas. Si Eduardo Serra logra hacerlo, es posible que sea recordado por ello más que por sus otros múltiples y notables servicios públicos en la Administración de nuestro país. Esperemos que obtenga un completo éxito en la labor y que el Museo del Prado concluya finalmente su necesaria modernización, frustrada durante décadas. La tarea no es, en cualquier caso, ni mucho menos fácil.
Babelia
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