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FERIA DE SAN ISIDRO

Buenos mimbres para un mal cesto

Dígale usted a un torero que se las va a ver con un albaserrada y verá cómo se le cambia la color. Sobre los toros de ese encaste, ya sean los de Victorino, ya sean estos de su sobrino Adolfo Martín, pesa una leyenda de alimañas y tobilleros. Pero, a veces, puede salir un toro de bandera. Un toro que lleve en sus pitones un manojo de mimbres para que su matador pueda hacer un cesto vistoso y armonioso que le lleve a la gloria.El último toro de esta corrida de Adolfo Martín salió con los mejores mimbres. Ya lo demostró en la forma de tomar el capote, al que acudió como un tren por ambos pitones, galopando de largo y sin tirar una cornada. Ya lo demostró también en el tercio de varas, con tres encuentros con el caballo, el tercero arrancándose de lejos, a cambio de un gran puyazo del picador Manuel Martín Ojeda. Nos quedamos con las ganas de verlo en otro encuentro más, que hubiera sido el cuarto y que, si picador y diestro lo hubieran medido, nos habría permitido ver completa esa suerte de varas que tan pocas veces se ve. Porque, entre unos toreros con pocos conocimientos de la lidia, que lo colocaron mal en los dos primeros puyazos, que el toro tomó corrido y al relance, y la ignorancia y la falta de afición de un presidente que cambió el tercio cuando todo el mundo se las prometía muy felices con otra posibilidad más de verle acudir de nuevo al caballo, nos quedamos con la miel en los labios.

Martín / Fundi, Rodríguez, Higares Toros de Adolfo Martín, desiguales y de juego variado

Los tres primeros, de escasa presencia, el resto con más trapío. 1º y 2º, flojos y gazapones. 3º y 4º, con problemas. 5º, noble. 6º, bravo, se le dio la vuelta al ruedo. El Fundi: estocada delantera perdiendo la muleta (siliencio); estocada corta delantera perdiendo la muleta, estocada desprendida y dos descabellos (pitos). Miguel Rodríguez: estocada desprendida (silencio); pinchazo y bajonazo escandaloso (bronca). Óscar Higares: media trasera (pitos); estocada delantera y descabello (oreja protestada). Plaza de las Ventas. 4 de junio. 25ª corrida de abono. Casi lleno.

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Allí había un toro para hacer con él ese toreo auténtico que tan poco vemos a menudo. Un toro para un torero que lo supiera hacer. Un toro con un manojo de mimbres para hacer el cesto. Y Óscar Higares no fue ese torero.

El diestro de Usera le ha hecho a Malagueño II la faena vulgar y trapacera de todas las tardes. Ni le dio distancia para verlo llegar a la muleta con la belleza de la arrancada, ni remató bien los pases, ni le hizo ese toreo rondeño de suerte cargada y muletazo en redondo que ya no se ve. Óscar se espatarró, puso la pierna atrás y lo toreó con el pico de la muleta, procurando que el toro le pasara lo más lejos posible de su anatomía. En vez de un cesto de armonía y bellos colores, hizo una canastilla torcida y desteñida. Una pena.

Que el torero no está para hacer no bonitos cestos, sino también estuches para bisutería, lo demostró con su labor en el tercero. Éste fue un toro escuálido y sin trapío, muy parado en banderillas, que se revolvió en la muleta y que probaba la embestida. Higares lo pasó con precauciones, a prudente distancia, con un toreo feo y brusco, y más pendiente de ver por dónde iba a salir corriendo, si llegaba el caso, que de hacerse con un toro que, al final, tomó bien la muleta, aunque bien es verdad que echaba la cabeza arriba a la salida de los pases.

Otro que desaprovechó también los mimbres de otro gran toro fue Miguel Rodríguez. El quinto embistió con el morro por la arena, con suavidad y sin puntear ni cabecear. En vez de empaparlo en el engaño y llevarlo lejos, bien dominado, Rodríguez le quitaba la muleta. Más que torearlo, parecía que lo estaba abanicando. Todo ello en postura retorcida y sin saber conducir la embestida. El segundo fue un toro gazapón, con el que hacía falta valor para estar con él y no asustarse si se paraba en la mitad del pase. A Miguel le faltó ese valor.

Para El Fundi fueron los toros más complicados. El primero fue un morlaco andarín y muy mirón, que se paró muchas veces durante el trasteo para buscar al torero. El de Fuenlabrada lo enviaba largo y hacia fuera, sin querer saber nada de él. También estuvo de buscar a El Fundi el cuarto bicho. Salió el torero a darle pases con miedo, poniéndole y quitándole la muleta cada dos por tres. Naturalmente, el toro se dio cuenta de que aquel señor no sabía cómo meterle mano y se hizo el amo de la situación. Le faltaron recursos al torero, todo hay que decirlo. Alguien tendría que enseñarle que la lidia es otra cosa.

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