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RAÍCES

Más sobre el ceceo

La semana pasada partí de una anécdota cuya primera discriminación lingüística era el ceceo que se daba en un texto muy vulgar. Si ahora retomamos lo que entonces quedó interrumpido, veríamos cómo de una situación medieval muy compleja se abocó a una neutralización de las apicales, mientras que el castellano creó la oposición de ceta y ese tal como la tenemos hoy.Por 1592, Arias Montano dio un testimonio del cambio andaluz de ç por s, que en modo alguno debe interpretarse como ceceo actual. En 1609, el sevillano Mateo Alemán señala taxativamente la fusión de s-ss, mientras que distingue entre z-ç, no en cuanto a la sonoridad -que ambas son sordas para él-, sino en el modo de articularlas: z era fricativa y ç africada, pero su descripción no es sevillana, sino general, pues él mismo -en opinión de Amado Alonso- era ceceante y denunció la igualación c-z-s en tierras de Andalucía.

Ahora bien, el valor de este ceceo no era muy claro en un principio: podía tratarse tanto de ciceo como de seseo. El gran lingüista Amado Alonso señala la aparición de un timbre ce incipiente en Pedro de Alcalá (1501), y con su testimonio quiere explicar las alusiones al ceceo que se hacen más de un siglo después y que acreditarían el cumplimiento del proceso por 1630, año en que Gonzalo Correas imprime estas palabras en su Ortografía: "La suavidad del zezeo de las damas sevillanas, ke hasta los onbres les imitan por dulze".

A renglón seguido el maestro Correas vitupera a las gentes de Fuente del Maestre y Malpartida de Plasencia (Extremadura) que "hablando kieren más parezer hembras o serpientes ke onbres o ke palos". Ahora bien, Fuente del Maestre es pueblo seseante con s, mientras que cecea Malpartida, lo que se cohonesta mal con el apoyo para el timbre ceceante. Creo que de estos textos no se puede inferir la existencia del ceceo, sino que la situación actual podrá aclarar lo que ocurría hace tres siglos: había mujeres ceceantes (=seseantes con s coronal) como las de Lucena y Cabra, aducidas en el Estebanillo González (1646).

De los mismos informes de Amado Alonso se puede inferir el carácter seseante que tenía lo que sus autoridades llaman ceceo: Ambrosio de Salazar habla del cecear "con gracia"; Correas de "la suavidad del zezeo de las damas sevillanas"; Quevedo insiste en el carácter mujeril del ceceo: "si un barbado cecea / ¿qué hará doña Serafina?": Suárez de Figueroa se refiere a una lengua ceceosa "llena de donosidad" y Lope a un "hablar suave, con un poco de ceceo". Todos estos testimonios, salvo el de Figueroa, que por el frenillo que aduce me parece ambiguo, son muy claros: el ceceo era suave y con remilgamiento femenino. Dudo que de aquí pueda deducirse otra cosa que el seseo (z=s como hoy lo entendemos) y no el ceceo (s=z) y habrá que pensar en Mateo Alemán como seseante.

Aún nos queda no poco que hablar: volveré otro día.

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