Chapelas y sherpas
Según cuentan los papeles, últimamente el Everest está a tope. Varias expediciones esperan su turno para poder ascender al techo del mundo. Una de ellas, según hemos leído y visto por televisión, ha sido una expedición andaluza que ha logrado coronar la cumbre del Himalaya por la cara Sur y con botellas de oxígeno. Dada la escasa relevancia que ha tenido esta aventura -para mí sin duda es una gesta subir al Everest sea como sea-, deduzco que lo de ir por el Sur y con oxígeno debe ser entre los aventureros algo de segunda clase. Pero lo bueno no ha sido eso sino la entrevista que escuché entre el equipo de escaladores, allá entre las cumbres, y el consejero de Turismo de la Junta, aquí en su despacho. Decía José Hurtado dirigiéndose por el teléfono al escalador: "¿Qué se siente como andaluz tras haber alcanzado esa cumbre?". No lo podía creer: la noticia no era que el hombre, ese ser humano universal y único, hubiera realizado uno de los sueños eternos, sino que lo que había que destacar era eso de "sentir como andaluz", cosa que, por otro lado, no sé qué puede significar en el complejo mundo de los sentimientos. Como contraste he visto una foto que me ha repuesto del susto anterior. Con motivo de la inauguración de una selección permanente de los fondos del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo ha posado un grupo de artistas de aquel señero Equipo 57, cubiertos con una chapela, incluida nuestra consejera de Cultura, rodeando al artista vasco Agustín Ibarrola, miembro fundador de aquel grupo. Tras la salvaje e irracional destrucción de la obra que el artista creó en el bosque de Oma, enclave maravilloso y lujo de la naturaleza junto a Gernika, ésta foto nos transmite la fuerza de la solidaridad con el arte y el ser humano más allá de nacionalismos e identidades exclusivistas.
Es bueno que la Junta subvencione aventuras que lleven a colocar la bandera andaluza encima del Everest. Mejor es que, entre todos, reforcemos la dimensión única y solidaria del ser humano, por encima de razas, pueblos y naciones. Al fin y al cabo, la expedición andaluza ascendió porque tenía voluntad, oxígeno y porque contó con un grupo de sherpas nepalíes que son de verdad los profesionales del Everest.
JAVIER ARISTU
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