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Hannover ultima el recinto de la Expo 2000 sobre el Nuevo Mundo Los retrasos de las obras afectan también al pabellón de España

Pilar Bonet

A menos de una semana de su apertura, el 1 de junio en Hannover, la Expo 2000 tiene aún el aspecto de un gigantesco solar en construcción, donde miles de obreros, trabajando en tres turnos, tratan de dar los últimos toques a los diversos elementos que interpretan el lema Humanidad, naturaleza y tecnología: el surgimiento de un nuevo mundo sobre una superficie de 160 hectáreas, en el recinto de la feria industrial de Hannover.

La Expo de este año, la primera que se realiza en territorio alemán, supone una reflexión sobre la ecología y el desarrollo, es decir una interpretación del mensaje de la Cumbre de Río (1992) sobre el desarrollo sostenible. El mensaje sobre el futuro tiene notas inquietantes (superpoblación, envejecimiento, contaminación), que se reflejan en los pabellones. Ciento ochenta países están presentes en esta exposición que se prolongará hasta el 31 de octubre y que ha costado 3.400 millones de marcos. "Todo estará preparado para el 1 de junio", asegura la comisaria general de la Expo 2000, Birgit Breuel, quien expresaba "desilusión" por la ausencia de Estados Unidos. En el solar inicialmente dedicado a EEUU se alza hoy una gigantesca noria. La presencia norteamericana, sin embargo, está asegurada gracias a empresas que, como la IBM, tienen un papel destacado en los acontecimientos multimedia del conjunto, que por primera vez en la historia de la Expo contará con un parque temático, dividido en 11 apartados, desde el futuro del trabajo a la energía y las visiones para el siglo XXI.

Los países de la Unión Europea se encuentran situados en una avenida, que se abre con el pabellón alemán (una construcción de vidrio y acero, que reitera el gusto por estos materiales tan socorridos en la construcciones públicas de la RFA) y cuya máxima atracción es el pabellón de los Países Bajos. Los arquitectos de vanguardia del Estudio MVRDV de Rotterdam han interpretado la relación del ciudadano con el espacio en su país en forma de estratos superpuestos, con capa de dunas y capa de bosque y tulipanes incluidas.

El edificio español, diseñado por los arquitectos sevillanos Antonio Cruz y Antonio Ortíz, gravita en torno a una plaza cubierta y con iluminación cenital. El edificio "juega a la sorpresa", dice el comisario general del pabellón, el diplomático Pablo Bravo, según el cual la idea del pabellón es invitar al público a la plaza en tanto que espacio-refugio, que invita al diálogo. El carácter democrático del acceso (no hay puertas y se entra desde tres puntos distintos a través de la columna que sostiene el edificio) queda algo neutralizado en el interior.

El pabellón español ha costado 5.046 millones de pesetas, de los cuales 1.600 se han dedicado a la construcción, cuyos ritmos de trabajos también han afectado a los retrasos. El Estado ha aportado 4.000 millones y el resto está siendo sufragado por distintos promotores. Existen dos ofertas para comprar el pabellón después de la Expo.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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