Di Stéfano y Raúl
Aquella final de 1966 la vimos en blanco y negro, sí, pero toda España era en blanco y negro, y nosotros también. El Real Madrid había ganado cinco Copas de Europa y la de entonces sumaba la sexta, así que todos al llegar al colegio (nosotros de blanco, los curas de negro) hablábamos del gol de Serena, de la internada decisiva de Amancio y de cómo él mismo tomó el pelo unos minutos después a los pobres chicos del Partizán de Belgrado situando el balón junto al banderín del rincón, de modo que no pudieran jugarlo porque les interponía su fina estampa y su mala sombra. Sería la sexta, pero nosotros lo vivimos por vez primera. A partir de entonces ya estábamos autorizados para hablar de fútbol con nuestros padres, que presumían de haber visto a Di Stéfano, un señor calvo de quien nosotros sólo habíamos tenido constancia por los cromos del Español.Así nos prendó la magia de la Copa de Europa. La ganó el Madrid, pero yo me recuerdo explicándole a la señora de la limpieza que en realidad la había ganado España, porque el Madrid, con ser de la capital, reunía a los mejores jugadores de todas las provincias. Qué quieren, con diez años de edad; tenía que resumirle de alguna manera. Yo sabía que Gento, por ejemplo, era de Santander; y Amancio, de La Coruña (que entonces se llamaba así).
La séptima (o sea, la segunda) la sentí menos. No estuvo mal, es verdad, pero aquello parecía la selección Resto del Mundo. Mijatovic, Suker, Roberto Carlos, Panucci, Seedorf, Illgner... Ya sé que con Di Stéfano jugaban también Puskas y Kopa y Rial y Santamaría y Didí... Pero ésas fueron otras copas. La nuestra, la primera y no la sexta, fue cosa de Betancort, Araquistain, Calpe, De Felipe, Sanchis (padre), Pirri, Zoco, Velázquez, Ramón Moreno Grosso...
Sin embargo, un solo jugador español justificó por sí mismo toda la alegría de la séptima, y representará también la octava si llega esta noche: Raúl. Cuando lleguen los tiempos de la televisión tridimensional que le harán a uno sentirse en casa como en el estadio y unos chavales desprecien aquellas viejas copas obtenidas cuando la imagen sólo existía en dos dimensiones, nosotros les hablaremos de Raúl. Y haciendo una trampa con nuestra edad, lo compararemos con Di Stéfano, porque los dos subían y bajaban, y hacían goles, y mandaban en el equipo, y peleaban por el triunfo como si fuera sólo para ellos, y ganaron muchas Copas de Europa. Los genes espirituales de Di Stéfano han arraigado en Raúl, y nos refrescan la memoria que nunca tuvimos.
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