El hombre de las mil caras
Cuando Pedro Cortés regresó a Alemania el pasado mes de septiembre, ya no lo hizo como un emigrante español, como tantos años atrás, sino como presidente del Valencia, el club de moda en Europa. Esta vez no tendría necesidad de trabajar de lavacoches como en su niñez, sino que iría sentado en la parte de atrás de un Mercedes camino del estadio Olímpico de Múnich, donde se colocaría en el palco al lado del mítico Franz Beckenbauer, presidente del Bayern de Múnich. Bajo esta metáfora se explica la vida de este superviviente que tuvo que emigrar en su niñez a Alemania con sus padres en busca de empleo y que a sus 52 años se ha convertido en la cabeza de un club que ha sido la sensación del fútbol del viejo continente. Nada más entrar en la cincuentena, este empresario puede darse por satisfecho al haber cumplido sus dos grandes retos vitales: el primero era hacerse rico, algo que consiguió finalmente, después de muchos años de altibajos, al apostar por un proyecto de transporte rápido que se ha convertido en una marca en todo el mundo: Seur, una compañía que da trabajo a más de 300 personas. Y el segundo era ser presidente del Valencia y convertirlo en un grande de Europa en apenas dos años y medio de mandato.Este hombre menudo y coqueto (tiene en su despacho una colección inmensa de americanas que va cambiándose a lo largo del día), no es ningún patán como pudiera parecer, ni ningún hombre de paja detrás del cual se esconde algún poder oculto. Se trata de un tipo verdaderamente listo, un maestro del disfraz y las maquinaciones con tal de llegar a donde le interesa. En este caso, la presidencia del Valencia. Para ello hubo de atravesar a nado un estrecho lleno de cocodrilos que querían zampárselo. Hubo de vérselas con un puñado de grupos de poder que no querían verlo ni en pintura. Entre ellos, el del máximo accionista del club y ex presidente Paco Roig, enemigo feroz del actual presidente. Pero a Cortés, según lo tenía planeado, le salió todo a pedir de boca. Primero se arrimó a Roig cuando éste estaba en la presidencia, hasta conseguir colocarse en la vicepresidencia del consejo. Después, era cuestión de tiempo. Conocida la fama autodestructiva del ex presidente, llegó el momento para Cortés tras una derrota en Mestalla ante el Salamanca, 0-1, en diciembre de 1997, que dejaba al Valencia clasificado penúltimo en la Liga. Cortés se presentó como sucesor, y pese a que Roig hizo todo lo posible por evitarlo, al final lo consiguió. ¿Cómo? Amenazándole con sacar una serie de trapos sucios sobre la etapa de aquel en la presidencia. Cortés ya estaba donde quería, en la cima del Valencia.
La aparición de Cortés en la presidencia tuvo un efecto balsámico en el Valencia, que comenzó a remontar el vuelo en la Liga, principalmente porque el nuevo presidente sabía cuál era la primera receta para sanar al enfermo: acabar con la crispación provocada por Roig.
En el interior, ha visto menguar su poder hasta límites en ocasiones humillantes. Es el precio de vivir en el alambre. Cortés preside el club, pero lo dirige en gran parte el consejero delegado, Manuel Llorente, un hombre de confianza de los hermanos Juan y Fernando Roig (hermanos de Paco, pero distanciados de éste hasta el punto de no querer que vuelva a la presidencia del Valencia). Juan Roig (propietario de la empresa Mercadona y presidente del Pamesa) y Fernando (presidente del Villarreal) poseen un paquete lo suficientemente relevante de acciones del club de Mestalla como para tener colocado en un puesto clave a alguien de su gusto. Ahí se han producido inevitables choques entre Cortés y Llorente. Quizá ésta pudiera interpretarse como una de las razones por las que Cortés ha anunciado en privado que dejará la presidencia después de la final de esta noche. Los verdaderos motivos, sin embargo, son familiares. Su esposa no quiere de ninguna manera soportar por más tiempo la tensión de saber que la felicidad de su marido dependa de si gana o no el Valencia. Ahora todo va bien, pero hace tan sólo dos meses y medio, cuando el estadio entero pidió a Cúper que se marchara, Cortés también fue objeto de todo tipo de insultos por parte de la grada. Su esposa lleva meses pidiéndole que deje la presidencia y sus amigos le aconsejan que lo haga ahora, en el momento cumbre de la historia del club, pero a él le cuesta muchísimo: no hay nada mejor para la vanidad como salir por la puerta principal de Mestalla el día en que el Valencia ha vapuleado al Barça en las semifinales de la Liga de Campeones (4-1). Mucho más de lo que consiguió en su época de entrenador del Valencia infantil (llegó a sacarse el carné regional), que pasó con más pena que gloria. Al menos, eso sí, sabe algo de fútbol y eso siempre es un punto de partida para ser un buen presidente. Cortés, además, posee una vis cómica que le ha servido para combatir los peores momentos. Pocas frases podrían definir mejor la inestabilidad de su cargo que ésta: "Esta silla se mueve más que la silla del barbero". Por cierto, el pelo es suyo. No es ninguna peluca como piensa mucha gente.
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