El 47% de los niños del Tercer Mundo dejan de ir a clase por presiones familiares La ONU pide un plan de choque para combatir el creciente abandono escolar
Los esfuerzos por extender mundialmente la educación básica -clave para romper el fatal vínculo entre ignorancia y miseria- chocan con el enorme abandono prematuro de la escuela: unos 150 millones de menores, según la ONU, de los cuales el 60% son niñas, especialmente en zonas rurales. Naciones Unidas no cree en una solución sólo financiera, sino también en lograr que los padres secunden la necesidad de que sus hijos completen su educación básica. Hoy muchas familias ven la escuela como una carga insostenible e incluso como no deseable para las niñas.
Al menos un 47% de los niños abandonan la escuela por presiones en casa, según la Unicef: su trabajo es imprescindible para la supervivencia familiar. Unos 250 millones de menores de entre 5 y 14 años forman parte, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de la mano de obra de los países pobres: la mitad trabaja a tiempo completo, y el resto se las apaña para combinarlo con la asistencia a clase.En Asia trabajan tres de cada cinco niños, y uno de cada tres en África, que cuenta con 42 millones de analfabetos sobre un total mundial de 125 millones de habitantes. En este continente, la explotación laboral del menor está más extendida que en otras zonas: un 41%, frente al 21% de Asia y al 17% de Latinoamérica. El deterioro educacional causado por esta situación es dramático: en un país como Chad, un alumno tarda, en caso de terminar la primaria, el triple de años que un coetáneo del mundo desarrollado.
"Hay que simultanear una política de financiación realista con otra de involucrar a los padres y hacerles comprender que lo más importante es el futuro de sus hijos; que comprendan que pagan por algo útil", dice Mark Malloch Brown, administrador del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En efecto, si difícil es suscitar en los Gobiernos lo que se llama voluntad política, resulta fundamental la voluntad de los padres.
Rentabilidad
Un cúmulo de factores no siempre expresos explica las presiones familiares contra una educación sostenida de sus hijos: en el caso de las niñas, en muchas culturas no se concibe una mayor rentabilidad para ellas que un matrimonio conveniente, y la asistencia a clase se ve como una pérdida no sólo de tiempo, sino incluso de rumbo moral. En África o sur de Asia, el 50% de las niñas nunca van a clase. En áreas africanas devastadas por el sida la vigilancia paterna sobre las niñas se convierte en opresión educativa: las mantienen en casa so pretexto de protegerlas contra violaciones -no son infrecuentes las agresiones sexuales de profesores y compañeros- e impedir que se contagien como otros miembros de la familia.
Y luego, para niños y niñas, está el inesquivable factor económico. Las tasas de inscripción en el colegio suelen constituir un duro golpe para el bolsillo de la familia, y no faltan países en los que el alumno debe ir y venir a clase cargando con el pupitre que el padre, en vista de la carencia de material lectivo, ha fabricado.
Se han logrado éxitos en la implicación de los padres, mediante programas de educación básica de adultos, en países decisivos y superpoblados como Egipto, donde hay 4,2 millones de niños sin escolarizar y 350.000 abandonos al año. Bangladesh o China, a la par que han visto disminuir su crecimiento demográfico, también han obtenido progresos en ese campo. Uganda ha aumentado su escolarización de 2,3 millones a 6,5 (un 53% de niñas), y su plan nacional marca el 2003 como límite para la educación primaria universal: hoy esa enseñanza representa el 64% del presupuesto educativo.
Si se lograra que las niñas -y las mujeres- completasen su educación básica, el grado de instrucción repercutiría beneficiosamente en la economía familiar; al retrasar el matrimonio, la tasa de natalidad bajaría; la mortalidad infantil se vería contenida por el mayor discernimiento de las madres a la hora de medicar a sus hijos; se frenaría el riesgo de contraer el sida, y las mujeres encontrarían más oportunidades personales.
Educación o miseria
El problema del abandono prematuro de la escuela es considerado como prioritario en el marco de acción adoptado el pasado 28 de abril en Dakar (Senegal) por 183 países, como colofón del Foro Mundial por la Educación, organizado por las Naciones Unidas -mediante sus agencias Programa para el Desarrollo (PNUD), Fondo de Ayuda a la Población (FNUAP), Unicef y Unesco- y el Banco Mundial. El documento se compromete a la plena escolarización de niños y niñas para el año 2015, así como a eliminar las "disparidades de género" en primaria y secundaria para 2005 y conseguir la igualdad 10 años después.El Foro acordó aportar financiación a todo país con déficit educativos que presente, antes de 2002, un programa estratégico enfocado a políticas de educación básica. Las ONG, aunque instan a vigilar lo acordado en Dakar, consideran que el marco de acción es un avance decisivo para ligar educación con lucha contra la pobreza.
La resolución de Dakar focaliza los "desafíos del sigloXXI" en los problemas educacionales de las niñas, así como de los menores que trabajan, los pertenecientes a minorías o los que se ven afectados por violencia, conflictos, discapacidades y el sida.
Uganda: el 2003 como meta colectiva
Uganda cesó de vivir en guerra civil con la toma del poder por parte de Yoweri Museveni en 1986. La paz, sin embargo, no ha llegado del todo: el país está involucrado a fondo en el conflicto internacional de África central, y en el norte y suroeste son habituales los choques con guerrillas fundamentalistas cristianas. El país tiene una renta per cápita inferior a 60.000 pesetas. En los regímenes de Amín y Ngote, Uganda dedicaba a la educación la cuarta parte de la media africana.Al menos una décima parte de los 20 millones de habitantes son seropositivos. Uganda se ha convertido, por voluntad del Gobierno, en campo de pruebas de vacunas y terapias antisida, y la Administración ha emprendido continuas campañas en favor del preservativo y contra la promiscua vida sexual. Hay localidades en las que el sida ha matado a gran parte de la generación paterna, con lo que los niños están al cuidado de los abuelos.
En ese contexto, la educación básica es el reto. En 1996 se lanzó el Plan de Educación Primaria Universal (UPE, siglas en inglés), con la meta de la plena escolarización fijada en 2003. Según la Asociación para el Desarrollo de la Educación en África, el 36% de los ugandeses es analfabeto (mujeres, el 47%). La tasa de escolarización en enseñanza primaria es, no obstante, del 85%, y el Ministerio dedica el 64% a la educación básica.
Participación
Y es que el esfuerzo empieza a dar frutos. El Gobierno insiste en implicar a la población, es decir, a las comunidades locales. Según El Correo de la Unesco, se ha combinado un programa de descentralización de servicios públicos -incluidas las escuelas- con la llamada a que los padres se involucren en los gastos educativos.
En 1997, el 87% de los padres se quejaba de que no podía enviar a sus hijos al colegio por no poder afrontar los gastos de uniforme y material docente. Hoy, el Gobierno entrega cemento, clavos, madera, uralita a las comunidades locales, y éstas gestionan la construcción. Iglesias y ONG colaboran estrechamente.
Sin embargo, el camino no está plenamente enderezado. En 1996 había 37 alumnos por cada maestro, y hoy son 63, y existen clases de 150 chicos. Por tanto, faltan escuelas.
Y subsiste el problema de la desigualdad de sexos y del abandono prematuro. Las niñas son sólo el 47% de los escolares, y un 15% de alumnos deja antes de tiempo los estudios. Esos fenómenos son especialmente graves en las aisladas zonas norteñas, pero los esfuerzos gubernamentales chocan allí con la situación bélica: de Gulu hacia arriba no han escaseado los secuestros masivos de niños y niñas por parte del integrista Ejército del Espíritu Santo.
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