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Premio para Rodrigo García

Jesús Ruiz Mantilla

La película japonesa Eureka, tres horas y 37 minutos de cine contemporáneo nipón, se hizo ayer con el Premio Fipresci, que otorga la crítica internacional a una película a concurso. El filme, del director Aoyama Shinji, lo recibió por el riesgo formal que la obra contiene. Por su parte, Rodrigo García, el hijo de Gabriel García Márquez, que ha presentado en Cannes su primer filme como director, con actrices estadounidenses de primera fila como Glenn Close, Holly Hunter o Kathy Baker, consiguió el galardón que se otorga todos los años a la mejor película de la sección Una Cierta Mirada, paralela a la sección oficial. Things you can tell just by looking at her, un conjunto de historias femeninas de personajes que se cruzan, consiguió 200.000 francos para ayuda a su distribución en Francia, y ha sido una de las producciones estadounidenses mejor acogidas en el festival.También, la película española Krampack, del barcelonés Cesc Gay, recibió una mención especial en el jurado del Premio de la Juventud, que este año ha recaído en la película Saint Cyr, producción francesa de Patricia Mazuy, sobre un internado femenino en la Francia de Luis XIV.

Mientras tanto, en estos últimos días de festival, las estrellas y estrellitas se cruzan por La Croisette. Aparte de la presencia de Sean Penn, que ha recibido su homenaje, y los paseos de Melanie Griffith, luciendo su brazo tatuado con un corazón que envuelve el nombre de su Antonio, ayer quedó patente la diferencia que separa en Estados Unidos a las estrellas veteranas de las nuevas. Es algo así como el fuego y el neón, y se pudo ver en la rueda de prensa de presentación de The yards, del jovencito James Gray, que reunió por aquí a miembros del reparto, muy representativo de la vieja y la nueva escuela americana de actores. A un lado, los experimentados y bellos cincuentones James Caan, Faye Dunaway y Ellen Burstyn, y, al otro, Joaquin Phoenix y Mark Whalberg, dos becarios imberbes del cine, que todavía tienen mucho que aprender de las formas que le hacen a uno candidato al Olimpo.

Unos, los primeros, con contención, sin aspavientos y mucho más sugerentes, marcaban la correcta distancia que les separa del resto de los mortales. Caan, que es historia del cine por haber interpretado a Sonny Corleone en El Padrino, de Francis Ford Coppola, ha vuelto a ese mundo en la piel del mafioso de los ferrocarriles que encarna en The yards e inevitablemente recuerda al que fuera su padre en la ficción, don Vito, o Marlon Brando, si quieren. "Éste podría ser un Padrino, pero muy pequeñito", decía. "No sé qué queda de mi época de estudiante de actor; cuando nosotros éramos jóvenes no éramos más que una panda de cabrones gamberros, ahora salen diferentes de las escuelas", recordaba el protagonista de Misery. "Actúan como con más ritmo, es algo musical", comentaba Dunaway, que, por otra parte, ayer admitió estar discutiendo un proyecto de película que probablemente producirá Pedro Almodóvar.

La elegancia y distinción de estos condes del cine se da de tortazos con la vaciedad de un Whalberg melenudo con ansias de parecer maldito y cara de pijo rebotado, que lo único que acertó a decir fue: "Trabajar con estos tíos ha sido heavy metal, colega".

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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