Crisis
MIQUEL ALBEROLA
El presidente de la Generalitat no zanjó hasta ayer la crisis que él mismo propició al proponer a Carmen Mas, entre otros candidatos y candidatas, como posible recambio a Carlos González Cepeda al frente de la Delegación del Gobierno. Ha dejado pasar una semana entre el nombramiento de Mas en el Consejo de Ministros y el de su sustituto en Bienestar Social. Una dilación que, más allá de la campaña sobre sí mismo que ha supuesto atraer la atención de todos los focos, flases e insectos (con las consiguientes comparaciones provinciales con José María Aznar y su cuaderno azul), hay que situarla en la frontera de la torpeza política. Es evidente que Eduardo Zaplana no ha llevado la iniciativa en este asunto. Lo que se trataba de un mero trámite y podía ser cumplimentado en cuestión de horas ha sido elevado al paroxismo, abriendo la espita a toda clase de chismorreos y conjeturas, y extendiendo así la crisis a la mayoría de departamentos de su gabinete. Aunque también es cierto que el fuego no se propaga si a su paso no encuentra el combustible propicio. Y ahí estaban el consejero de Sanidad, José Emilio Cervera, con sus asuntos varios y muy secos. O los vicepresidentes José Joaquín Ripoll y José Luis Olivas, con su flagrante obsolescencia y sus cometidos totalmente agostados. Por no mencionar otros departamentos, cuyos titulares han hecho muy poco para evitar su deshidratación política sin llegar a cumplir el año en el cargo. Sin embargo, Zaplana optó por acentuar este desgaste. Primero justificó el retraso en que desconocía cuándo iba a jurar el cargo la nueva delegada del Gobierno. Tras producirse este hecho el pasado miércoles, apeló ahíto de pachorra a la necesidad de guardar las formas y esperar a que Carmen Mas tomara posesión del cargo, aunque debió parecerle poca razón e hizo una anotación a pie de página aclarando que no había ninguna circunstancia que le obligase a ir de cabeza en este asunto, ya que el departamento funcionaba con normalidad. Y de haber sido cierto, incluso se hubiese podido ahorrar el nombramiento de Rafael Blasco. Total, para optar por un intercambio de fichas que huele a remiendo y no resuelve los problemas de estructura.
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