La bandera desterrada
Parecen un juego de niños los enfrentamientos que están teniendo lugar entre el obispo y el alcalde de Ávila. Parece ser que la enseña de la ciudad no puede estar a la misma altura que los símbolos de la Iglesia presidiendo la liturgia. Corren aires de crisis en la alianza trono-altar.No obstante, si dirigimos la vista hacia el horizonte de la España oficialmente católica, contemplaremos con asombro que, entonces, las directrices de la Santa Madre Iglesia no solamente eran claras, sino que se cumplían sin la más mínima protesta.
En aquellas épocas, el emblema civil-militar por antonomasia, que era el Caudillo, disponía de los mismos privilegios que los símbolos religiosos, ya que ocupaba el lugar reservado a los signos sacramentales de la acción litúrgica. Franco era entronizado bajo palio en todos los templos y catedrales, privilegio reservado al clero cuando transportaba en procesión el Santísimo Sacramento. El significado de que la Iglesia albergara bajo palio a un dictador supone un hecho infinitamente más grave que la bandera de un pueblo, símbolo de su Ayuntamiento democrático, presida las celebraciones en la catedral. En este agravio comparativo, la altura física de los símbolos carece de importancia.
Una vez más, los obispos españoles, sin meterse en política, acercan el ascua a su sardina. Felicito a la señora concejal que, fuera de la catedral, contemplaba con resignación el destierro de la bandera de su ciudad. Mientras, el prelado de la ciudad de Santa Teresa presidía la grey y guardaba un sitial en el presbiterio para la venida del pasado.- .
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