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Descontento policial

La reforma de la policía del Ulster, que el Gobierno británico creía ya apuntalada tras su presentación esta semana ante la Cámara de los Comunes con algunas concesiones a los unionistas, sigue levantando fuerte oposición en Belfast. La reducción de sus efectivos de 13.000 a sólo 7.500 y el hecho de que la mitad de ellos deberán ser católicos (frente al 7% actual) está a punto de poner en la calle a miles de agentes protestantes. "Hay preocupación, porque la gente tendrá muchos problemas para conseguir después un empleo. Nadie puede trabajar en materias de seguridad en el Ulster y salir luego al mercado de trabajo tan tranquilo", dijo ayer a este periódico un portavoz de esta fuerza, que aún se llama Royal Ulster Constabulary (RUC).

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La futura policía del Ulster, según el proyecto presentado en Westminster, estará desarmada y tendrá las funciones de una policía local. Ni rastro de sus inmensos poderes en la lucha antiterrorista, que la convirtió en un órgano tanto o más temido que el propio Ejército británico.

En un acto de malabarismo de consecuencias aún dudosas, el ministro británico para el Ulster, Peter Mandelson, introdujo esta semana en el proyecto definitivo algunas concesiones que pretendían lograr los favores unionistas, pero que éstos han juzgado insuficientes, mientras los católicos se enfurecen ante la volatilidad del ministro. El martes, Mandelson accedió a aplazar durante un año la decisión sobre el nombre de la futura policía. El proyecto contemplaba el nombre de Servicio de Policía de Irlanda del Norte, perdiendo así un "Royal" insultante para los católicos. Y el miércoles, el ministro anunció que el nombre que los unionistas quieren conservar, Royal Ulster Constabulary, será incorporado en la ley, aunque no será el nombre operativo del cuerpo. Un galimatías que Mandelson creyó que tentaría a los unionistas y que ha provocado que hasta los socialdemócratas de John Hume, los católicos moderados, le critiquen por actuar sólo a favor de una de las partes.

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