Soy de ésos
Soy de los que no sienten ningún orgullo especial por haber nacido y vivir en tal o cual lugar. Soy de los que no creen que unas culturas sean mejores que otras. Soy de los que saben apreciar las cosas buenas de cada lugar que visito y envidiarlas. Soy de ésos. Por ello no entiendo a quien convierte en razón de ser la apología de su pueblo, su rincón, su valle o su estado y el vituperio al del vecino.Hace sólo unas decenas de años, en los colegios se nos enseñaba que España era la mejor, la más culta, rancia, histórica y hermosa de todas las naciones por gloria de Nuestro Señor, amén. Luego resultó que, al abrirse el telón que ocultaba el mundo a nuestra mirada, vimos con sonrojo que no éramos más que un país de paletos aferrados a Massiel, Hernán Cortés y el gol de Zarra.
Admiro a las sociedades valientes que, inconformistas, se rebelan ante el poder injusto y tratan de derribarlo, porque ser admirable y edificante ha de ser exportable, pero ser un cazurro que pretende volver a la gruta a hacer dibujos rupestres porque siente que su sangre diferente no debe polucionarse, es lamentable.
Quizá yo mismo me extraño de estar escribiendo esto, que siempre creeré más en las barricadas que en las encuestas si aceleran la justicia. Por eso lamentaría, lamento ya, ver convertido el País Vasco en un estado de ayatolás, de sicarios, de propagandistas con brazalete ante cuya mirada feroz haya que bajar la vista al suelo ensangrentado. Una nación en la que en los libros de texto se estudiarán sólo las hazañas de Iríbar, en la que la gente rezará ante el altar de Sabino Arana o visitará los domingos el museo del txacoli.
Me crean o no, nada tengo contra los vascos, como tampoco lo tengo contra los búlgaros o los senegaleses, pero cualquier mente evolucionada más allá de las patadas a las papeleras estará conmigo en que el provincianismo es un atraso y es el brebaje del que se alimentan tiranos convencidos de que su legado genético es excepcional, y su verdad, la única luz del universo.
España es, para sorpresa de los que estudiábamos durante la dictadura, un país corriente, manifiestamente mejorable, pero también lo es todo ser humano y las naciones que creó a lo largo de los siglos. Por ello, me convencí hace tiempo, sólo tuve que pensar que si mi barrio o mi pueblo fueran independientes o, por el contrario, pertenecieran, ya casi pertenecen, a otro concepto político y social, yo no sería más feliz, ni más alto, ni más culto. Sólo sería yo.- .
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