FRANCISCO VALLEJO El recolector de espárragos
Acceder hasta La Peguera del Madroño, en plena sierra del Segura, obligaba a vencer una carretera diseñada para hacer desistir a los usuarios del empeño. Las 10 familias de la aldea decidieron recoger firmas para que la Diputación enmendase aquel suplicio viario. Al grupo de desconocidos que llegaron una día, hace uno o dos veranos, también le pidieron que apoyase su reivindicación. Uno, de rostro familiar, firmó con cierta guasa: Francisco Vallejo Serrano.El entonces consejero de Obras Públicas y Transportes acabaría casi dándole explicaciones al presidente de la Diputación de Jaén, pero aquella carretera provincial era un infierno. Igual que los agujeros negros de la A-92 han sido la cruz de Vallejo, heredero de una autovía proyectada para vertebrar Andalucía, de Oeste a Este, en el año de la Expo y que, cuando llegó al departamento en 1994, seguía inconclusa en unas zonas y destrozada en otras. El consejero se ha ido sin culminarla, pero sin remordimientos. A los tramos le imprimió cuanta diligencia puede practicar una Administración. Vallejo, que en su juventud fue conductor de rallies, sabe lo importante que son los trazados viarios y, después de seis años en la consejería, conoce al dedillo el estado de las comunicaciones andaluzas. Gracias a giras anuales de 100.000 kilómetros, acabó con el mapa andaluz en la cabeza. Visitó localidades donde jamás había puesto el pie un miembro del Gobierno. Mientras apuraba el cuentakilómetros, se relajaba preparando alineaciones del Betis, una de las pocas aficiones que puede perturbarle su quietud existencial -en puridad, logra sacarle de quicio- cada domingo.
Tantos viajes han dado para que sus colaboradores descubriesen sus múltiples facetas: el fan de Alejandro Sanz, el atrevido cantaor de flamenco o el contador de chistes. Y una más llamativa que las gracias o las bulerías: la recogida de espárragos. Vallejo, que nació en una familia acomodada de olivareros de Alcaudete (Jaén) en 1957, le ha pedido más de una vez a su chófer que parase el coche. Sin rastro de timidez, se calzaba las botas que llevaba en el maletero y se iba a recoger manojos de espárragos.
Ya que renunció a las palomas, el consejero debió pensar que no iba también a sacrificar la terapia del espárrago o la del entrenador bético imposible. Requieren menos atenciones e infraestructura que la colombicultura. Deshacerse de las palomas le dolió, pero trasladar las jaulas desde La Carolina a Sevilla resultaba un pelín complicado, incluso estrambótico. Así que, a pesar de disfrutar adiestrándolas, regaló su veintena de ejemplares y desterró la colombicultura del universo de sus aficiones.
Cuando se afilió, hará 20 años, al PSOE, había decidido hacer carrera política, pero no imaginaba que acabaría convertido en uno de los comodines de Manuel Chaves. Aquel abogado, que se estaba labrando fama de trabajador incansable y solidario -atendía casos gratis de familias necesitadas- desde su bufete de La Carolina, no planificaba a largo plazo. Tampoco ahora. En plena ebullición de rumores y nervios sobre la composición del nuevo Ejecutivo andaluz, uno de sus colaboradores interrogó al aún titular de Obras Públicas:
-Consejero, ¿estás nervioso?
-Hasta el sábado, a ver si le ganamos al Mallorca.
Si lo estaba por ignorar si continuaría en el Gobierno, lo ocultó muy bien bajo ese manto de inexpresividad que utiliza en su trabajo. Para lo bueno o para lo malo. Sus amigos dicen que recurre a la frialdad como una coraza protectora: en círculos cercanos se muestra cariñoso y afable.
La vinculación de Francisco Vallejo con La Carolina le llegó por vía conyugal. Su mujer, María del Carmen Borrás, que le sucedería como cartel electoral en 1995, nació en el territorio de Ramón Palacios, el sempiterno regidor local que no esconde sus añoranzas franquistas. Cuando concluyó su licenciatura en Derecho y Económicas en el ICADE, Vallejo comenzó a trabajar en una empresa carolinense y, poco después, abrió su despacho.
Su buena imagen entre algunos de sus clientes de entonces raya la veneración. Hay empresarios locales, próximos a la derecha en lo ideológico, que no dudarían en aceptar un puesto junto a él si algún día volviera a encabezar la lista al Ayuntamiento, que gobernó entre 1988 y 1994. Primero por una moción de censura con el CDS y, después, por las urnas. De hecho, ha sido el único alcalde votado en democracia, distinto a Ramón Palacios. De su mandato quedó una estela de integridad, que algunos ilustran con franqueza: "Le he pedido favores para mi familia, y me ha dicho que me busque la vida por otro lado".
De su habilidad para sintonizar con el empresariado también ha quedado huella en la Consejería de Obras Públicas. Más de 300 empresarios le homenajearon hace unos meses para agradecerle su apoyo al tejido productivo andaluz. Un homenaje insólito hasta entonces, que los empresarios justifican por su talante dialogante y su coraje político. Sus amigos de antaño no aprecian cambios en Francisco Vallejo, ahora nuevo consejero de Sanidad, a excepción de la afición por el pádel, que da para algunas sornas. Por lo demás, sigue adorando la comida de cuchara, la obra de Ortega y Gasset, la soledad como marco de reflexión, las vacaciones en Torre del Mar (Málaga), el tabaco en exceso y las salidas de madrugada.
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