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Competencia y transparencia

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Las comparaciones entre individuos son odiosas, pero las comparaciones entre países son un instrumento muy valioso para mejorar. El caso Microsoft, que alcanza este mes su clímax con las alegaciones del demandado y el inicio de la vista, permite observar la distancia que los estadounidenses nos llevan a los europeos y, sobre todo, a los españoles, en cuanto a la importancia que otorgan a la competencia entre las empresas y a la transparencia en la discusión de los asuntos públicos.Ningún Gobierno europeo se hubiera atrevido a atacar a una empresa de su país que, como Microsoft, fuera la pionera y líder internacional en su sector. No hablemos de España, donde el Gobierno incluso anima los procesos de concentración, como ha sucedido en el sector energético o del azúcar. La comparación es aún más bochornosa si se tiene en cuenta que estas empresas españolas consiguieron sus clientes gracias a concesiones de monopolios o la protección del comercio exterior, mientras que Microsoft se ha ganado todos sus clientes en el puro mercado, sin ninguna protección. Lo relevante de la comparación no es si tiene razón el Gobierno americano o Bill Gates, que ha dado argumentos valiosos para defender su posición, sino que se haya llegado a plantear el caso. Lo destacable es la importancia que el pueblo estadounidense otorga a la rivalidad entre las empresas, su firme convicción de que no sólo debe repartirse el poder político, sino también el económico. No es sólo el Gobierno federal, es todo el país el que piensa en esos términos, pues hay 19 Estados detrás de la demanda contra Microsoft, y muchos comentaristas están escribiendo estos días en la prensa americana que la división propuesta por el Gobierno es insuficiente y que habría que dividir Microsoft en muchas más empresas.

Pero hay algo que impresiona más cuando se examina cómo está transcurriendo el asunto Microsoft, y es la transparencia con la que se está llevando el caso. El juez Jackson decidirá lo que quiera, pero los estadounidenses tienen en su mano los elementos para emitir su juicio. La misma tarde que Joel Klein, el calvo y grave subsecretario de Justicia, comparecía para explicar la demanda de ruptura de Microsoft, cualquier ciudadano podía entrar en Internet y conseguir el documento completo presentado al juez. La distancia con Europa y España es abismal. El ciudadano español que quiera seguir las concentraciones que se están produciendo en España y pinche en la web de Economía puede enterarse de lo que dicen los informes de concentraciones de ¡hace cinco años! Ese ciudadano puede saber, gracias a una filtración a la prensa, que su Ministerio de Industria ha presentado en Bruselas un informe defendiendo un billón de pesetas en ayudas a unas empresas, pero no podrá pinchar en ninguna web para leer ese documento, y permanecerá en la más absoluta oscuridad hasta que se adopte y se comunique la decisión final. La transparencia ha sido siempre un pilar del Estado liberal y democrático, pero en la era de Internet está más justificado que los ciudadanos puedan acceder a todos los documentos del sector público salvo los relativos a la seguridad del Estado o la vida privada de los individuos. La red permite aprovechar la reflexión y el conocimiento de un círculo amplio de personas que va más allá de ministros y monopolistas, con lo que la transparencia se convierte en un ingrediente esencial del avance del conocimiento y el progreso económico.

En lo que se refiere a la competencia, los europeos llevamos décadas tratando de imitar a los estadounidenses. Seguimos lejos, pero nos estamos acercando. En el caso de la transparencia, estamos a años luz. Pero, igual que sucede con las películas americanas, que tardan en llegar pero llegan, seguro que en las próximas décadas, la transparencia se pondrá de moda en Europa y acabará llegando a España. Algún día conseguiremos aquí que todo lo público se haga público.

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