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El orden de la naturaleza o la búsqueda de lo imposible

Antiguamente era todo tan sencillo... Hacer el inventario de los seres vivos se reducía a enumerar el conjunto de formas presentes en el momento de la Creación. Las especies no podían evolucionar. Pero llegó Darwin -El origen de las especies (1859)- y con él la teoría de la evolución, que permitió comprender que todos los organismos estaban emparentados. Desde entonces, la sistemática, ciencia que se dedica a identificar y ordenar la variedad de los seres vivos (1.400.000 especies descritas hasta hoy), cambió de objetivo. Más que clasificar de forma racional animales y vegetales, se esforzaba ahora por reproducir el árbol genealógico del ser vivo. Y ahí empezaban las dificultades.A primera vista, el hilo conductor era sólido: las especies eran tanto más parecidas cuanto más próximo era su ancestro común. Si el hombre se parece más al ratón que a la bacteria, es porque el ancestro común de los dos primeros vivía hace sólo algunas decenas de millones de años, mientras que para encontrar el ancestro común de mamíferos y bacterias, hay que remontarse varios cientos de millones de años.

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La idea era buena, pero le faltaba sutileza. El pensamiento cladístico, aparecido en los años sesenta, la perfeccionó. Conceptualmente su planteamiento era nuevo: no consideraba a priori una especie como ancestro de esta o aquella otra, y proponía traducir la historia de los seres vivos por un conjunto de "hipótesis refutables, y por lo tanto científicas, sobre las relaciones de parentesco de los organismos o de los grupos".

Lazos de parentesco

En el plano metodológico aportaba un cambio esencial a la forma de comparar las especies. "La cladística pretende identificar los lazos de parentesco entre las especies o los grupos de especies, a partir de la identificación de los rasgos evolutivos que comparten", dice Pascal Tassy, del Museo Nacional de Historia Natural (París), "mientras que hasta entonces, se colocaban en un mismo grupo especies que compartían un rasgo del tipo que fuera". El método cladístico confirma que la evolución no se dá a escala de los organismos enteros y que los rasgos individuales evolucionan independientemente los unos de los otros.

En este contexto movedizo, ¿qué ocurre con la especie? "Un concepto abstracto", afirma Simon Tillier, del Museo Nacional de Historia Natural, para quien "la definición de especie descansa sobre una necesidad de nomenclatura, y no sobre una realidad biológica". ¿Pero cómo establecer un nuevo sistema de clasificación sin tomar una decisión sobre la necesidad o no de la noción de especie, o sobre la forma de definir los grupos?

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