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A vueltas con el PIB de las Baleares JORDI MALUQUER DE MOTES

En ocasión reciente, puse de manifiesto en estas mismas páginas mis reservas acerca del uso del producto interior bruto (PIB) por habitante como indicador de la riqueza regional, sobre todo en el caso de las Baleares (EL PAÍS, 2 de febrero). Algunas reacciones a mi artículo y la renovada actualidad de la problemática relativa a la financiación autonómica me mueven a precisar más aquellas observaciones.Decía entonces que, si se miden con el PIB por habitante, las rentas de las familias oficialmente residentes en las islas resultan sobreestimadas. El PIB cuantifica la producción total de bienes y servicios de un territorio y, por tanto, informa de los resultados de la economía que se considera, no de la distribución de los mismos. Normalmente existe una elevada correspondencia entre la producción que se realiza en una región y los ingresos de sus habitantes, por lo que se emplea el PIB como indicador de renta.

Esta asimilación de PIB y renta resulta inadecuada, sin embargo, para algunas regiones y principalmente para Baleares por las características de su economía. La explicación es sencilla: una parte importante de la renta producida se transfiere al exterior. La renta familiar bruta por habitante de Baleares -la suma de los ingresos de las familias en relación con los habitantes allí censados- es un 9,7% inferior al PIB por habitante, según estimaciones del BBVA. La diferencia proviene de las rentas del trabajo y del capital transferidas al resto de España.

Esta corrección estadística produce una modificación sustancial en los resultados económicos del archipiélago. Baleares compartía en 1996 con la región sueca de Norra Mellansverige, la posición número 86 de las 206 que integran la Unión Euroepa, según el último Informe periódico sobre la situación de las regiones realizado por la Comisión Europea. Pues bien, si se resta aquel 9,7% al PIB per cápita, las Baleares bajan al puesto 128, detrás del Lancashire, británico, y delante de la región holandesa de Drenthe. En España pasaría a la séptima posición, tras Madrid, Cataluña, Navarra, el País Vasco, La Rioja y Aragón. Una colocación más que aceptable pero que no merece la calificación de "opulencia".

Una segunda corrección a la baja deriva de tomar en cuenta las diferencias en los niveles de precios entre las autonomías. Para sus análisis, Eurostat expresa el PIB de las regiones europeas en paridades de poder de compra o unidades de poder adquisitivo (UPA). Pero como no existen estimaciones regionales de las UPA, utiliza el índice de precios al consumo de cada país para todas las regiones que lo integran. Este método perturba la comparación al sobreestimar el poder adquisitivo de las rentas de las regiones ricas y subestimar el de las regiones pobres. Una vez hecho el ajuste con el IPC de Baleares, la renta familiar bruta disponible para el año 1998 se reduciría allí en un 3,6% adicional.

Deberían efectuarse aún otras dos correcciones para alcanzar un guarismo más aceptable. Una de ellas se refiere a un segundo flujo de transferencia de rentas del trabajo y del capital, hacia el extranjero, del mismo modo como sucede hacia el resto de España. El problema está en averiguar la cuantía de ese flujo y el recorte que puede producir en la renta familiar disponible de los residentes en las islas,para lo cual no hay información. A falta de datos, se puede aventurar que estamos ante un nuevo sesgo de sobreestimación, aunque desconocemos su magnitud. Una última observación. Como es notorio, el PIB por habitante es el cociente que resulta de dividir el PIB por la población de derecho. Esta operación viene sistemáticamente alterada en los últimos años por el subregistro de la población de Baleares. La expansión demográfica que registran las islas no procede del movimiento natural (exceso de nacimientos respecto a defunciones), sino de la instalación de nuevos habitantes -inmigrantes y extranjeros oficialmente no residentes-, sobre todo desde el fin de la crisis turística de 1988-1992. La revisión de la población de España hecha en 1998 demostró que los habitantes de las islas en 1996 (a 1 de julio) no fueron los 730.000 que estimó Eurostat, sino 772.687, casi un 6% más. Trasladando este aumento al denominador del PIB por habitante, se obtendría una nueva reducción.

En resumen, el PIB por habitante sobreestima las rentas de las familias oficialmente residentes en las islas por, cuando menos, cuatro razones: 1) las transferencias de rentas del trabajo y del capital al resto de España; 2) el empleo del IPC español en vez del IPC autonómico; 3) la transferencia de rentas del trabajo y del capital hacia el extranjero; y 4) el subregistro de la población, fuertemente expansiva en los últimos años.

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Aprovecho para añadir que el sesgo estadístico al alza del PIB por habitante justifica una financiación muy escasa y, por ello, perjudica de un modo importante a los ciudadanos de las Baleares y a su propio Gobierno.

Jordi Maluquer de Motes es catedrático de Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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