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Tribuna
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El pregón

Elvira Lindo

Al presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz-Gallardón, le gusta decir, con esa su media sonrisa que nunca se atreve a ser sonrisa abierta, que ha sido "políticamente incorrecto" llamando a Vázquez Montalbán para dar el pregón. Lo hace como guiñando el ojo hacia la izquierda para advertir: "Cuidao, que soy de derechas, pero de aquella manera". Habrá quien se sienta sorprendido y halagado con esta decisión de Gallardón, pero lo que es a mí no me sorprende. De la misma forma que Mario Conde fue uno de los personajes de moda de la era socialista o que Paco Gandía y su mítico chiste de los garbanzos era el humorista con el que Felipe González se partía el pecho, de la misma forma que hay comunistas que no se sientan a la mesa a no ser que los comensales sean gente poderosa, ¿a quién le va a inquietar que venga a Madrid Vázquez Montalbán a darnos el pregón? ¿Por qué no por catalán, por comunista? Venga, por Dios. El poder puede tener las mangas muy anchas, siempre que eso no le quite poder.Las universidades americanas tienen en sus departamentos a furiosos comunistas que pueden predicar lo que les venga en gana, siempre que no provoquen una fisura en el sistema, y por supuesto que no la provocan. Por otra parte, lo mejor que se puede hacer con un intelectual para que no moleste es darle un púlpito a fin de que se explaye, y encima con los gastos pagados. Además, ahora hay tantísimas fiestas y tantísimas tradiciones que no tiene por qué quedarse ni un intelectual sin su pregón, sea del bando que sea. Y de la misma forma que el bueno de Gallardón se ha hecho ilusiones con eso de no ser políticamente correcto, el intelectual se hace sus ilusiones de ser transgresor leyendo un pregón en el que anima al pueblo soberano a la fiesta, al desmadre y al hecho diferencial, que es una cosa que suena a práctica sexual de la doctora Ochoa, de cuando nuestra doctora hablaba con cara de santa de la ingesta de semen en nuestra cultura y ponía una cara a la cámara que no sabías cómo interpretar aquello de la ingesta.

El caso es que el intelectual lee su pregón, toma su dinero y se va pensando, con una media sonrisa de satisfacción, que no ha sido políticamente correcto, por aquello de haber animado a la ciudadanía al mestizaje y al multiculturalismo, que son palabras que aparecen en todos los pregones de todos los intelectuales a los que asiste el pueblo, que a lo mejor alguna vez piensa: "Pero esta charla, ¿no me la habían dado ya?".

No sabemos si el bueno de Rappel incluirá también las palabras mestizaje y multiculturalismo en la charla que va a dar en un centro cultural de Ciudad Lineal, pero no sería de extrañar, ya que la propia presencia de Rappel es absolutamente mestiza, representa en sí mismo un cruce de culturas: la hindú, por aquello de las túnicas; la china, por la trenza, y un toque Chueca como de no saber a qué carta quedarse. La misma figura de Rappel es un paradigma multicultural o un enigma. Podría parecernos no políticamente correcto el hecho (diferencial) de que el Ayuntamiento de Madrid contrate al famoso brujo para dar una charla, pero tal vez el multiculturalismo nos llevaría a pensar que no sólo los saberes racionales son válidos, sino que también forman parte de nuestra idiosincrasia las llamadas ciencias ocultas, y ahora que andamos tan preocupados por las tradiciones y los hechos diferenciales hay que abrir las puertas a cualquier parida que nos huela a cultura popular.

En realidad, es muy difícil hoy en día sacar los pies del tiesto (o no ser políticamente correcto, como dice todo el mundo), a no ser que se diga la verdad o se intente hablar con sinceridad. Y la verdad es que los pregones suelen ser un rollo al que va poca gente, a no ser que lo dé algún famoso de la televisión; la verdad es que suelen suponer un gasto excesivo, pero hasta el más pequeño Ayuntamiento quiere adornarse por un día con la presencia de un personaje popular, y la verdad es que yo una vez di uno, y me pagaron una miseria, así que no digo yo que no esté hablando ahora mismo con algo de resentimiento, porque una vez un intelectual de izquierdas me dijo: "¿Esa mierda te pagaron? Yo, por menos de doscientos papeles, no me muevo de mi casa". Y, claro, eso duele.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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