Rompecabezas de paz
Cosas notables están ocurriendo en el horizonte del eterno conflicto colombiano, pero no se ve claramente con qué objeto o posibles consecuencias. El presidente conservador, Andrés Pastrana, acaba de llegar a un acuerdo para negociar la paz, en esta ocasión con el segundo grupo guerrillero del país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), un día castrista y hoy más bien cristiano para el socialismo. Al igual que en el pacto con las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), el plan implica la cesión de un territorio a la guerrilla, aunque no en pleno ejercicio de la soberanía, como ocurrió con las FARC, sino manteniendo a las autoridades locales en la zona.Paralelamente, la negociación con las FARC -aún marxistas- está llegando a una posible hora de la verdad, porque la guerrilla acepta por fin hablar de alto el fuego, al tiempo que anuncia la creación de un movimiento político que, con gran alarde de imaginación, llama bolivariano y que de momento será clandestino, pero cuyo objetivo sólo puede ser la conquista del poder. El alto el fuego, en el caso de que se llegue a él, y la creación de una fuerza política guerrillera no pueden aparecer unidos en el tiempo sólo por casualidad.
La fuerza del ELN, por su parte, se va a establecer en una zona localizada entre los departamentos de Antioquia y Bolívar, en permanente disputa con los paramilitares, bandas de mercenarios que se dicen patriotas, pero que basan gran parte de su poder en la complicidad con sectores del Ejército. No en balde los paras ya han dejado oír su voz contra un Gobierno que regala soberanía territorial a la guerrilla. Los contraguerrilleros son, por tanto, la tercera fuerza a la que habrá que reducir o arrastrar al alto el fuego si un día se pretende negociar seriamente no sólo un alto el fuego, sino una verdadera paz.
Los elenos, como se les conoce, son favorables a una tregua, y si los dos procesos negociadores con las fuerzas guerrilleras desembocaran en un cese de hostilidades indefinido, ése sería el primer gran éxito visible del Gobierno en la búsqueda de la concordia colombiana, siempre y cuando se lograra, a su vez, que los paras no atacaran al ELN en su nuevo feudo.
Paralelamente, sin embargo, Pastrana persigue una estrategia arriesgada. Un proyecto de ley de referéndum trata de abrirse camino en la Cámara -y en la opinión, con la recogida de firmas- para jubilar literalmente a los miembros del Congreso y elegir una clase política sin vinculación a la droga, o a cualquier otra de la larga lista de corrupciones del país. Un éxito en este doble frente negociador marcaría con gran probabilidad el resultado de la consulta, dejando una Cámara muy favorable al partido conservador y a sus aliados. Tanto, que la otra pata del sistema colombiano, el partido liberal, puede temer que ese referéndum sea en realidad un misil lanzado contra su misma existencia. Finalmente, para redondear este fenomenal rompecabezas colombiano, la creación del movimiento de las FARC permite creer que la guerrilla alberga la pretensión de sustituir al liberalismo como la otra gran fuerza política del país.
Por todo ello, podemos hallarnos hoy ante un momento crucial en la negociación de la paz en Colombia, pese a que la eventual sustitución de un bipartidismo por otro no sea necesariamente una gran idea. Pero, cuando menos, si de verdad callaran las armas, podrían empezar a oírse otras voces.
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