Un robot en las arterias
En la película Viaje alucinante, para poder curar a un enfermo un grupo de médicos y científicos se introduce en un submarino que es reducido de tamaño hasta una escala celular e introducido en el cuerpo del paciente mediante una inyección en sus vasos sanguíneos. Aunque sin reproducir fielmente el argumento, la ficción científica pretende ahora convertirse en realidad.
El sueño de un Nobel
La idea de poder viajar por la sangre para tratar enfermedades suele atribuirse a la novela Viaje alucinante, de Otto Clement y J. Lewis Bixby, llevada al cine en 1966 con la colaboración del famoso escritor de ciencia ficción Isaac Asimov, quien después escribió otra novela basada en el guión de la película.Sin embargo, el premio Nobel español Santiago Ramón y Cajal se adelantó a todos ellos en varios decenios. Según cuenta Antonio Calvo en su biografía del neurólogo (Cajal, triunfar a toda costa. Alianza Editorial, 1999), antes de llevar a cabo las investigaciones que le harían famoso escribió una novela de ficción en la cual un viajero llega a Júpiter y lo encuentra habitado por gigantescos seres, frente a los cuales él tiene el tamaño de un microbio, lo que le permite introducirse en su organismo para llegar al cerebro y estudiar su funcionamiento. Desgraciadamente, Cajal dice en sus escritos que el manuscrito se perdió en alguna de sus mudanzas.Precisamente por ello, la NASA y el NCI han creído llegado el momento de llevar estas posibilidades a la realidad. El objetivo es utilizar complejos sensores microscópicos que puedan ser ingeridos por los pacientes como una píldora y que sean susceptibles de ser dirigidos a una zona del cuerpo para realizar análisis de todo tipo que permitan disponer de un diagnóstico certero o servir de vehículos para llevar medicamentos al sitio preciso o llevar incorporados sistemas de eliminación, por ejemplo con láser, de células malignas o desatascar arterias obturadas.
El acuerdo fue firmado el pasado día 13 en Washington entre Daniel Goldin, administrador de la NASA, y Richard Klausner, director del Instituto Nacional del Cáncer. El interés de éste centro es desarrollar métodos innovadores para el tratamiento de tumores, altamente selectivos y eficaces. Para la NASA, el objetivo es disponer de mecanismos de detección y tratamiento de todo tipo de posibles patologías que puedan sufrir los astronautas en el espacio, donde las posibilidades de utilizar los mecanismos médicos habituales son muy limitadas.
Una vez desarrollados estos sistemas, dotados con elementos mecánicos y electrónicos, las aplicaciones en la medicina general no tardarían en popularizarse y permitirían, entre otras cosas, reducir el número de intervenciones quirúrgicas, sustituidas por la acción directa de estos robots.
Por parte de la NASA, el proyecto forma parte del programa Sensores 2000, destinado al desarrollo de sistemas de detección de todo tipo de tamaño miniaturizado, y que incluye el diseño de sensores biológicos y químicos y la consecución de sistemas y componentes de biotelemetría, así como el desarrollo de todo tipo de sistemas automáticos e informáticos necesarios para ello.
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