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FIESTAS DE LA COMUNIDAD MADRILEÑA

Larga, lluviosa y plúmbea

La primera novillada de la miniferia de la Comunidad madrileña resultó como espectáculo plúmbeo, en una tarde en que no paró de llover. En cinco de los seis novillos lidiados se escucharon avisos correspondientes. Los espadas estuvieron muy desacertados en la hora decisiva. Dos horas y treinta y cinco minutos duró la novillada.Hubo algún novillo noble y manejable, pero no dieron demasiado juego para que la terna de novilleros pudiera triunfar como seguro era su propósito.

Los momentos más lucidos y emocionantes fueron durante los dos novillos que le tocó en suerte lidiar al novillero debutante, el sevillano Ronquillo. Su primero tenía buen son y fue capaz de enjaretarle lances vistosos a pies juntos, de interpretar un galleo con gracia para dejar al burel en suerte ante el caballo y de pegar muletazos de gusto. Aunque la faena no fue redonda y medida, le faltó la ligazón necesaria.

Ruiz / Reyes, Robleño, Ronquillo Novillos de Juan Antonio Ruiz (uno devuelto por inválido), dos primeros terciados, el resto mejor presentados; de juego muy irregular; 2º, sobrero de La Guadamilla, manso

Jaime Reyes: aviso y silencio; silencio. Fernando Robleño: aviso y silencio en los dos. Rafael Ronquillo, nuevo en esta plaza: aviso y silencio en ambos. Plaza de Las Ventas, 29 de abril, 1ª corrida de abono. Tres cuartos de entrada.

En el sexto, Ronquillo se llevó un revolcón y voltereta espectacular y angustiosa. Lo recibió de rodillas frente a toriles; el novillo se le echó encima y lo arrolló de fea manera. Se incorporó Ronquillo y se puso a correr hacia las tablas, que estaban muy lejos. El novillo le volvió a echar mano y lo campaneó entre las astas. La paliza fue de consideración. Pero continuó en el ruedo y lidió al serio y reservón negro salpicado de Juan Antonio Ruiz con serenidad y entereza. Se eternizó con la espada, para no desentonar en tarde tan fallida en la hora suprema de la fiesta, y escuchó otro silencio cuando los tendidos estaban ya medio despoblados. La gente huía de la lluvia y de la mala tarde de toros.

Fernando Robleño, en su primero, se peleó con resultados poco brillantes. El manso de La Guadamilla no era proclive a humillar, había que obligarle mucho, y además pronto empezó a quedarse más corto de lo conveniente. El quinto era manejable y un tanto tardo en la embestida. Faena de muleta por los pitones intentó hasta que el público le pidió que desistiera, que allí había muy poco que sacar en limpio. Y cogió la espada y empezaron los pinchazos, uno detrás de otro. Mucho carretón en el campo de ensayar suertes y sueños va a ser necesario.

Jaime Reyes no se acopló con ninguno de sus dos novillos. Le tropezaron demasiado los engaños. En su haber, la única estocada certera de la lluviosa tarde.

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