Mágico, inefable

Lo de la telefonía móvil se está convirtiendo últimamente en algo mágico, inefable; cómo diría yo, intangible. Sí, esa es la palabra. Intangible porque esto de las tarjetas prepago es algo así como que primero te dan 10.000 pesetas en llamadas (previo pago, claro está) y al cabo de un mes ya no las puedes ni tocar. Al menos esto es lo que me ha pasado a mí con una de estas compañías mágicas. Yo tenía 10.000 pesetas para llamar desde mi flamante móvil nuevo y se esfumaron, han volado, ahora están en el aire, como en un cielo a donde va a morir el dinero estafado a los pobres ingenuos que optan por utilizar esta compañía mágica. Desde Atención al Cliente me han explicado que la red ha absorbido el dinero de muchas tarjetas. Algo vampírico y espeluznante, creo yo. Me lleva a imaginarme una red donde fluyen de acá para allá segundos, primeros minutos y minutos fragmentados mezclados con gotas de sangre absorbidas por esa red que se mueve a ritmo de miles de millones de pesetas.Lo del dinero que vuela y se queda en el aire, de hecho, me conduce a un pensamiento. Si yo fundara una compañía de teléfono y tratara de timar así a mis clientes, la denominaría TeleAir o algo por el estilo. Claro, mis clientes serían tan mediocres que se tragarían también aquello de "para su comodidad le va a atender un sistema automático" cuando llaman para solucionar algún problema. Eso fue también lo que me pasó el otro día, que quería hablar desesperadamente con mi novia y me habían succionado por completo mi crédito. Traté de hablar al menos con una de las simpáticas señoritas de Atención al Cliente, voces candorosas y solidarias donde las haya, pero no paraban de pasarme con una máquina que no codificaba en su programa mi problema ni mi estado emocional. Fue entonces cuando afloró en mí el instinto animal con una rabia desatada (animal instict en inglés): doné todos mis bienes a la compañía de correos y telégrafos e ingresé en una comunidad amish.- .