Innovaciones desde la oscuridad
JOSU BILBAO FULLAONDO
Es fruto de una de las becas de ayuda a la creación e investigación que ofrece la Fundación BBK y ahora se enseña en la sala de la calle Elcano de Bilbao. A oscuras es una colección de fotografías en blanco y negro, salvo dos excepciones en color, donde Iñaki Mintegi (Bilbao, 1965) plasma sentimientos, sensaciones y un saber hacer original. Son documentos que hablan de intimidad; bodegones y retratos de un mundo circunscrito a lo más próximo. Composiciones sencillas cuya peculiar iluminación les confiere una aureola fantástica. Una prueba del poder de la luz para cargar de belleza misteriosa a una realidad que de otra manera resultaría banal.
Siendo adolescente, ya había sentido atracción hacia la fotografía. El instituto y el Irudi Taldea de Algorta, donde pasaba los veranos con la familia, fueron estímulos para que la afición se convirtiese en pasión. Tras terminar en 1988 sus estudios de Publicidad en la UPV, no se sentía satisfecho de su formación. La facultad intentaba despegar en su remodelación tecnológica y oferta de prácticas en laboratorios, pero él estaba marchando. Se fue a Nueva York y estudió en el International Center of Photography, famoso centro de formación prestigiado por la agencia Magnum y dirigido por Cornel Capa, hermano del mítico reportero Robert. Dentro de las ofertas de fotoperiodismo y estudios generales sobre la imagen, escogió estos últimos al parecerle más creativos. De vuelta a España trabajó en distintas actividades relacionadas con el medio y finalmente se decantó por la producción de espectáculos en los que la luz juega siempre un papel importante.
En la exposición, Mintegi hacen muy pocas concesiones a los exteriores. Salvo el viejo búnker abandonado, próximo a su casa, hoy pintado en colores llamativos por alguna de las nuevas tribus urbanas, o algún motivo floral, el resto son bodegones o escenas de interior. Las tomas en salas de baño, lavabos y retretes se repiten con cierta asiduidad en distintos modelos. Deben entenderse como paradigma de intimidad, lugar de uso individual aunque sea compartido, donde la disposición de una multitud de elementos se convierten en sintagmas de un relato que descubren personalidad y vivencias. El desayuno de una mujer, la chica sentada en el suelo, los amigos en el salón, el joven sentado en una escalera de tijera ordenando la biblioteca, completan el circuito.
Todas son escenas donde lo privado adquiere un elevado protagonismo. Podríamos hablar de un amplio reportaje de los aspectos más cercanos, documentos de uso personal. No son instantes privilegiados, ni decisivos; al contrario, parecen momentos neutros, intercambiables por otros muchos. Pequeñas historias que solo reivindican el interés del sujeto. Los detalles de su realización, cuando uno se detiene en ellos, son los que implementan la originalidad y la importancia del trabajo. Los encuadres elegidos se mantienen en la oscuridad. Inicialmente no se deja vislumbrar ningún objeto. Los elementos esperan que la noche se encienda por un rayo. Pero no interviene la naturaleza, es el propio autor quien usurpa esta función. Con el foco de una linterna va resaltando las líneas, formas y volúmenes que le interesan.
En la oscuridad, con su cámara en exposición, ilumina lo que desea, elige sobre una composición ya preconcebida aspectos parciales que resultan de su agrado. Hace la luz y un mundo a su capricho. Así se conforman imágenes de aspectos etéreos, construidas a base de pinceladas y barridos lumínicos insinuantes, repletas de sugerencias y aires mágicos. Se nos ofrece una fotografía pensada, heredera de una historia específica, pero que busca innovación. Nuevas sensaciones para un medio que en su evolución crece a pasos agigantados e inunda galerías y salones. Una oferta esperanzadora que recupera la inquietud de los pioneros modernistas, aquellos que convulsionaron el lenguaje icónico y nuestra manera de percibir la imagen del mundo que nos rodea.
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