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Un volcán en el espacio

Es uno de los objetos estelares más observados por los astrónomos, atentos a que estalle en cualquier momento, como un volcán dormido. La estrella Eta Carinae tiene todos los síntomas necesarios para convertirse en una supernova, y, dado su tamaño, sería una explosión de proporciones espectaculares, por lo que los expertos la califican de hipernova.En los últimos meses, los astrónomos han detectado nuevos indicios de actividad y piensan que los efectos de la explosión podrían afectar incluso al planeta Tierra. Aunque nadie sabe cuándo podría ocurrir, es posible que haya explotado ya, pero como se encuentra a 7.500 años luz de nosotros, el fogonazo podría estar viajando ahora mismo por el espacio hacia nosotros.

Su brillo supone unos cuatro millones de veces el del Sol, y por eso, a pesar de la distancia que nos separa de ella, aparece como uno de los objetos más brillantes del cielo. Hace 150 años, incluso, era la segunda estrella más luminosa del firmamento, aunque su magnitud ha disminuido, probablemente oscurecida por la masa de gas y polvo que la rodea, conocida como la nebulosa del Homúnculo.

Al igual que un volcán latente emite esporádicamente nubes de gas a través de sus fumarolas, Eta Carinae desprende continuamente ingentes masas de materia que van acumulándose en la nebulosa que la envuelve. Esta materia se expande a más de 600 kilómetros por segundo y la nebulosa tiene ya un tamaño equiparable a los 300 años luz.

El problema de Eta Carinae es su enorme tamaño, unas cien veces la masa del Sol, lo que hace que queme su combustible a una velocidad mucho mayor y que su vida sea, paradójicamente, mucho más corta que la de estrellas mucho menores. Su edad se calcula en unos 2,56 millones de años, esto es, se formó mucho después de que los primeros homínidos aparecieran en la Tierra. Una corta edad comparada con la del Sol, dos mil veces más viejo, pero que supera ya la edad que los modelos estiman para una estrella tan enorme, de ahí las previsiones de que en cualquier momento pueda explotar. Su brillo en el cielo terrestre sería entonces superior al de Venus, aunque el espectáculo sólo sería visible desde el hemisferio sur terrestre.

Si Eta Carinae se encontrara más cerca de nuestro planeta, su fin podría ser también el de la vida en la Tierra, pero, afortunadamente, se encuentra, en términos del espacio, relativamente lejos. No tanto, sin embargo, como para que sus efectos puedan pasar inadvertidos. Una explosión como la esperada genera una cantidad tan enorme de radiación, especialmente de rayos gamma, que al alcanzar la Tierra provocaría serias alteraciones en nuestra atmósfera. Los satélites artificiales sufrirían daños en sus circuitos electrónicos y resulta difícil conocer los efectos geomagnéticos y desestabilizadores que tendría sobre la estructura y composición de la propia atmósfera y las alteraciones climáticas que ello podría conllevar. Algunos especulan incluso con la posibilidad de que afectara a la capa de ozono estratosférica que nos protege de la radiación ultravioleta solar.

Otro efecto derivado de la peor hipótesis sería el peligro que supondría para los astronautas, obligando a recuperar urgentemente a los que se encontrase en órbita y dificultando el envío de nuevas misiones durante bastante tiempo.

Pero todo son hipótesis. Nadie sabe cómo ni cuándo explotará y su propia inestabilidad, que le lleva a desprenderse de enormes cantidades de materia, que van alimentando la nebulosa que la envuelve, podría reducir la magnitud de esta catástrofe anunciada sin fecha. De hecho, se calcula que ha perdido ya un tercio de su masa total, y su explosión podría constituir tan sólo un espectáculo nocturno y una fuente de conocimientos para los astrofísicos que estudian las supernovas. De momento, numerosos telescopios, incluido el espacial Hubble, vigilan sus movimientos y estudian su extraño comportamiento, que le lleva a periódicos y notables cambios en su luminosidad.

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