_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Té con la reina

El nuevo presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha tomado el té con la reina de Inglaterra en su primera visita oficial a Occidente después de ganar las elecciones y antes de asumir oficialmente su cargo. No se debe infravalorar la respetabilidad que le confiere este encuentro al hombre que hasta hace poco era un mediano espía del KGB y después jefe de la organización sucesora del temido servicio soviético. Tras las críticas recibidas como artífice de la guerra en Chechenia -campaña antiterrorista, según Moscú, y matanza rayana en el genocidio, para muchos observadores-, el líder ruso ha iniciado una ofensiva de simpatía hacia Occidente. Aunque, para dejar las cosas claras, ha incluido en su gira sendos encuentros con los mandatarios de Bielorrusia y Ucrania, poco sospechosos ambos de debilidad por los valores democráticos.Putin ha llegado al Reino Unido con un regalo, la ratificación del tratado START II por la Duma, y ha regresado con otro, el singular espaldarazo de Tony Blair. La ratificación que Yeltsin no logró en siete años, debido a la mayoría de comunistas y nacionalistas en el Parlamento, la ha conseguido su sucesor en pocas semanas, gracias al confortable apoyo con que cuenta entre los legisladores. Pero con salvedades. Putin ha dejado claro que su compromiso con el tratado quedará sin efecto si Washington insiste en desarrollar un sistema de defensa antibalística. Estados Unidos cree necesario este programa, mucho menos por los cohetes intercontinentales rusos que por los que puedan desarrollar países menores considerados enemigos irreconciliables. Moscú no admite el argumento y considera que la superpotencia busca una ventaja que rompería definitivamente el equilibrio de la disuasión.

Otra cosa es que el intento del presidente ruso por influenciar la política militar estadounidense pueda contar con simpatías insospechadas. La calurosa recepción de Blair y su visita al Kremlin antes de las elecciones que dieron el triunfo a Putin sugieren que el primer ministro británico tampoco parece muy satisfecho con los planes antimisiles de Washington y su eventual retirada del tratado ABM. El poder nuclear del Reino Unido y su propio peso como potencia se verían afectados por la viabilidad de un sistema que destruyera los cohetes nucleares en pleno vuelo, antes de lograr sus objetivos.

La pelota parece estar en el lado estadounidense, lista para la anunciada visita de Clinton a Moscú en junio. Si Putin introdujera una cuña entre los dos aliados más estrechos de la OTAN, su té en Windsor resultaría más amargo de lo apetecido por Occidente.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_