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Semanas santas de aquí

PACO MARISCAL

Los desfiles procesionales, la Pasión, la Semana Santa. La imagen barroca en la calle por ver de conmover los espíritus y alimentar la fe. Una cuestión históricamente muy poco luterana, pero con tradición en el País Valenciano, sin alcanzar las cotas sureñas de Andalucia. Es la Semana Santa católica que lleva a la calle a los cofrades de Ecce-Homo y de La Mare de Deu al Peu de la Creu en La Vall d'Uixó; en Elche acompañan al Cristo del Perdón y en Vila-real pasean devotamente el Cristo de la Purísima Sangre y la Virgen de la Soledad. Algunas de esas agrupaciones religiosas tienen la solera de siglos, como la Cofradía de la Sangre de Castellón o la Real y Pontificia Hermandad del Santísimo Cristo de la Concordia en Valencia. Tradiciones como la de Benicarló, donde pasean a su Cristo del Mar una vez al año y desde hace 350. Tradiciones que se recuperan, como la dolçaina, por ejemplo en Vilafamés, donde un párroco estudioso de legajos antiguos recuperó a finales del siglo XX la Cofradía del Cristo de la Sangre, cofradía que tuvo un papel relevante en la población los siglos XVII, XVIII y XIX. Y bueno es recuperar y conservar la costumbre y tradición antigua con que celebran la Semana Santa decenas de miles de ciudadanos valencianos a quienes les mueve la fe, la misma tradición o la fiesta religiosa que viene de lejos.

Para otras tantas decenas de miles de ciudadanos valencianos, la Semana Santa es asueto primaveral, viajes, la casita en la montaña o el apartamento en el litoral, la merienda campestre y tradicional. Pero unos y otros valencianos estamos unidos por una semana santa que dura 365 día al año, la semana santa de los conductores valencianos, la semana santa de la falta o mala planificación de nuestras infraestructuras viarias. Laicos o religiosos, los habitantes de la comarca alicantina de La Marina, los conductores de la comarca central de La Safor o quien necesita el coche en La Plana, tropiezan todas las semanas del año con una liturgia procesional que es un bodrio, una destartalada y reciente tradición que los conduce de Anás a Caifás, del flagelo a la corona de espinas. Anás es el tributo, el peaje que se le paga a la autopista A-7, que podría ser gratis y articuladora de las comunicaciones valencianas; Caifás es la Nacional-340 y sus destartalados desvíos hechos o por hacer, como el de Nules y el de Castellón. Los 30.000 vehículos que atraviesan Sagunto son el via crucis, que nos recuerda que el poder valenciano es una necedad.

El calvario del tráfico en el País Valenciano no tuvo solución ni salvación durante la anterior Admistración autonómica de Joan Lerma, ni tiene visos de tenerla con la actual de Eduardo Zaplana. Ahora incluso se amenaza con el deterioro o la destrucción o con el cemento innecesario, como el de los desvíos, el paraje del Desert de Les Palmes. Para esta semana santa y este oficio de tinieblas en las infraestructuras no se vislumbra un domingo de pascua o una Mañanica de Pascua o Procesión de las Aleluyas como tiene la Semana Santa en Segorbe.

Así que, aceptando una fatalidad que no nos merecemos, no parece que tengamos otra salida que encomendarnos al Santísimo Cristo de la Expiación de Burjassot, al Cristo de las Penas, a Jesús el Cautivo de Vinaròs, al Ecce-Homo de La Vall d'Uixó o a ese Jesús de la Columna a quien tanta devoción y fe profesan los vecinos del distrito marítimo del amenazado Cabayal del Cap i casal.

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