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Un debate socialista que supere los 'territorios' RAIMON OBIOLS

El PSOE ha obtenido un pésimo resultado electoral. A ello se añade una cierta sensación de agotamiento, de fin de ciclo. En un contexto de emergencia, acentuado por la dimisión de su secretario general, el dispositivo provisional que se ha establecido se basa en las organizaciones territoriales del partido. Bien está: los responsables territoriales cumplen con su obligación, y no habría más que añadir. Salvo que esto es un punto de partida y no de llegada. Salvo que el recurso a lo territorial muestra hasta qué punto en el partido socialista se han debilitado los planteamientos y opiniones generales.Como federalista me gustaría recordar algo obvio: una federalización mal entendida es la que sustituye el proceso y el debate político (que por esencia no tiene fronteras y debe ser general, transversal e interactivo) por el simple juego de fuerzas entre esquemas territoriales preestablecidos y jerárquicos. Si además este juego se construyera como una especie de "reacción antifederalista", entonces estaríamos rizando el rizo de la paradoja: los federalistas tratando de crear consensos transversales en todos los puntos del socialismo español y los antifederalistas manteniendo una lógica de predominio del territorio. El mundo al revés...

Si se quiere ir más allá de la fase, casi ritual, de inicio del debate ("cambiar de caras, de ideas, de modos de hacer política"), hay que abrir la discusión propiamente dicha con ideas concretas sobre la mesa, con un debate que será forzosamente largo y que no puede dejar de ser complejo. Un debate de base, participativo y transversal, sin fronteras.

Lo contrario -un trámite exclusivo de negociación entre territorios- sería empobrecedor y jamás llegaría a buen puerto. Entre otras cosas, porque la opinión pública (en especial el electorado real y potencial) no lo comprendería y lo consideraría como un apaño de circunstancias. Yendo más al fondo del asunto, podría aparecer como una fórmula lampedusiana: nuevas caras, pero viejas fórmulas; que todo cambie para que todo siga igual.

El PSOE necesita un proceso pre y poscongresual que apunte a algo nuevo. Para ello es indispensable una discusión abierta, lo más creativa posible, que construya nuevos consensos dinámicos, más allá y por encima de los distintos territorios y familias. Es, simplemente, un asunto de sentido común: un proceso de innovación, de cambios reales, de relevos fecundos, sólo será posible si se trascienden los viejos confines, con todas sus inercias.

Sólo así será posible un nuevo comienzo. Willy Brandt decía que uno de los rasgos más característicos de los partidos socialistas es precisamente su capacidad para realizar nuevos inicios. A veces, decía Brandt, el partido envejece o enferma: a su lecho comparecen multitudes tristes o viejos adversarios frotándose las manos... Entonces, el ilustre enfermo se pone de pie, con fuerza y juventud renovadas. Es un nuevo inicio que nada tiene que ver con la taumaturgia, sino más bien con el propio impulso de la sociedad sobre el partido, el revisionismo esencial de éste, sin la rigidez de dogmas y catecismos, y su carácter genuinamente democrático. En el PSOE, Suresnes fue esto: un nuevo comienzo; no una ruptura con el pasado (las elecciones de junio de 1977 mostraron hasta qué punto hay que mantener la identidad de la memoria), sino un nuevo comienzo. Fue posible precisamente porque el pacto del Betis no fue un pacto territorial, sino un pacto de rotundo y explícito contenido político, orientado a una innovación precisa y necesaria, con un proyecto concreto dirigido a la sociedad y propuesto a la sociedad. Ésta y no otra es hoy la asignatura pendiente.

Hay además un segundo motivo, que no es instrumental, para desterritorializar el debate socialista: las nuevas tecnologías de la comunicación, especialmente Internet. Una manifestación ostentosa de la falta de vitalidad y creatividad de algunos partidos realmente existentes es el carácter rudimentario de sus instrumentos y métodos de comunicación, y -cuando se deciden a entrar en la red- el carácter corporativo, autorreferencial y endogámico de sus páginas web.

Son gélidos escaparates autistas que contrastan con la riqueza e imaginación de las nuevas iniciativas de comunicación interactiva on line que emanan de los movimientos, asociaciones y personas que actúan en la sociedad civil.

Durante años, por motivos financieros determinantes, la izquierda no ha podido tener periódicos, ni siquiera revistas presentables. Ahora, la red nos da una enorme y casi milagrosa oportunidad para la comunicación de masas y para nuevas formas de participación política, con el formidable valor añadido de la interactividad. Ojalá la innovación necesaria pase por una entrada rápida y enérgica de los planteamientos y debates en esta emergente república ciudadana que es la república Internet.

Posdata: A propósito, y predicando con los hechos: Nou Cicle ha lanzado estos días lo que no dudo en calificar de primer magacín político on line entre nosotros: http://www.noucicle.org. Visítenlo y podrán juzgar.

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