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167.4

La excusa es fraudulenta. Resulta inverosímil que Zaplana haya descubierto ahora un peligro en la reforma de los estatutos de la Universidad de Valencia que el Consell ha tenido en las manos más de dos años sin abrir la boca. Que el artículo 167.4 ("quien obtenga una plaza se someterá, en su caso, a las evaluaciones del conocimiento de las lenguas que son oficiales en la Universidad de Valencia"), aprobado hace tres lustros e incluido en el paquete pendiente porque hubo un error en su publicación originaria, amenace el acceso de profesores que no hablan valenciano a la Universidad es sencillamente falso. El rector Pedro Ruiz Torres se lo ha explicado al consejero Manuel Tarancón con todo lujo de detalles. Da igual. Se trataba de encontrar un motivo para arremeter una vez más contra la Universidad introduciendo subrepticiamente la sospecha de que está en manos de nacionalistas excluyentes, de fundamentalistas de la lengua. Zaplana es un oportunista nato y, aunque esto no sea Tarragona ni estemos hablando de la Universidad Rovira i Virgili, la polémica abierta en Cataluña por la política lingüística universitaria brinda un contexto propicio a la demagogia de alto voltaje. Lo que pretende el presidente con ello es una incógnita cuya respuesta sólo puede ser ambivalente. La ofensiva tiene un trasfondo táctico (la negociación pendiente de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, que el PP quiere reactivar) y una pulsión instintiva ("van a saber esos quién manda aquí"). Buscaría Zaplana con este conflicto presionar a la Universidad para que acepte una quiniela de la institución normativa del valenciano bastante deteriorada en su rigor académico, en un momento en que la noqueada oposición de izquierdas es incapaz de mediación alguna. Al mismo tiempo, desahogaría su rabia contra un espacio de la sociedad cuya alteridad irreductible vive como una ofensa. Reducidas a cero sus ambiciones de llegar a lo más alto en España (ya le ocurrió a Joan Lerma cuando los socialistas disfrutaron de mayoría absoluta), algunos detectan en el rostro del líder del PP valenciano muecas de aburrimiento. Entre la astucia y la idiosincrasia, la devaluación de su "visión de Estado" apunta en el mismo sentido.

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