El canto en primer plano
Los ecos de la tragedia clásica reverberan en Norma a través de la primacía del canto. Desde Eurípides y Virgilio, hasta Corneille, Chateaubriand y Soumet, en uno de cuyos dramas se inspira el libreto de Felice Romani al que da alas la música de Bellini, confluyen en Norma los temas imperecederos de la literatura y el teatro, impulsados por la cercanía de la voz cantada. Es Norma una apoteosis de la melodía y una prolongación del espíritu del recitar cantando monteverdiano desde la hermosura belcantista. En Sevilla se escuchó por primera vez en 1834, tres años después del estreno en Milán, pero no se representaba desde hacía más de un siglo.En el terreno de las prioridades, Norma es una ópera de voces. Se programa poco, tal vez porque no se encuentran, tal vez porque el fantasma de María Callas sigue flotando en la memoria. El Maestranza de Sevilla finalizó su temporada al mejor estilo bilbaíno, convocando a María Guleghina y a Violeta Urmana para dar vida a Norma y Adalgisa, con el apoyo del tenor canadiense en alza Richard Margison y el sólido bajo Giacomo Prestia. Con ellos las reminiscencias de la tragedia volvieron a sacudir por la vía sensible.
Norma, de Bellini Con M
Guleghina, V. Urmana, R. Margison y G. Prestia, M. Rey-Joly y J. Ruiz. Director musical: Mauricio Arena. Director de escena: Renzo Giacchieri. Orquesta Sinfónica de Sevilla. Banda de música Maestro Tejera, coro de la A. A. del Teatro Maestranza. Teatro de la Maestranza. Sevilla, 7 de abril.
No fue la sevillana una de esas representaciones que uno puede definir como perfectas, pero dejó traslucir continuamente vibración, intensidad y hasta magnetismo. Lo adecuado, lo imprescindible, para que la música de Bellini dejase al descubierto sus cotas infinitas de belleza directa. Maria Guleghina es una Norma de cáracter. Tiene empuje, lleva el drama en las venas y lo va transmitiendo con fuerza. Su casta diva -ay, la memoria- no estuvo entre lo más destacado de su actuación, pero sí brilló con nitidez en la construcción dramática del personaje y en la capacidad de hacer evolucionar a través del canto un desarrollo teatral. Fue la suya una Norma sufriente, inconformista, sacudida por la fuerza del destino y alimentada por la dignidad humana. A su lado, Violeta Urmana hizo una Adalgisa excelente, redonda en la línea vocal, con una coherencia poética que no dejaba paso al desfallecimiento. El dúo Norma-Adalgisa de finales del primer acto invitó a la reivindicación de Norma como ópera feminista. Feminista pero no caricaturesca, pues las voces masculinas estaban, en cualquier caso, en su sitio: el tenor Richard Margison, con bella línea y una actuación in crescendo; el bajo Giacomo Prestia, con nobleza interpretativa e impecable fraseo.
El veterano Mauricio Arena se limitó a acentuar, a concertar con las voces. Más que suficiente para mantener la tensión del drama. La Sinfónica de Sevilla mostró ductilidad y se integró perfectamente en la propuesta musical. La puesta en escena, estrenada el 31 de diciembre de 1999 en el teatro Bellini de Catania, lugar donde nació el músico, no estorba en absoluto al desarrollo de la historia y tiene algunos momentos evocadores. Domina la concepción visual en un intento de contemplar a Bellini más desde el XXI que desde el XIX, y a ello no es ajena la presencia de los artistas plásticos Michele Canzoneri como escenógrafo y Rossella Leone como figurinista. La dirección de actores deja hacer a los cantantes y no interfiere en la esencia del drama. Abunda en tics tradicionales y, sin embargo, los integra en un desarrollo escénico abstracto, reflexivo y, en cierta medida, visionario.
Babelia
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