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El amigo Juan de Cádiz

El despacho de Juan Castelví siempre hizo frontera con Inglaterra. Puerta con puerta. En el 5ºB del número 27 de la Avenida Ramón de Carranza de Cádiz siempre se tomaba té a la hora del té; en el 5ª A, en el despacho del director de la Unión Marítima Española para Andalucía (UMESA), una copa de vino fino cuando se terciaba la ocasión. Al final, este gaditano de 59 años, casado y padre de cinco hijos, exportó el caldo de Jerez al despacho de al lado, donde se radicaba el consulado británico. La venganza inglesa ha sido más sutil: ahora Castelví tendrá que tomar el té con la Reina Isabel de Inglaterra en una recepción -The garden party- con el cuerpo diplomático acreditado en Londres el próximo 25 de julio.Lo hará luciendo su medalla de miembro honorífico del Imperio Británico que le ha concedido la Corona inglesa como agradecimiento a la atención y a los servicios prestados a los buques de la Armada de ese país desde hace 36 años. Se trata de una distinción que se otorga a cuentagotas: desde que existe, hace 400 años, sólo está en poder de una treintena de españoles. El expediente se ha tramitado durante año y medio, ha pasado por el Consulado, la Embajada, el Ministerio de Exteriores inglés, por la Cámara de los Comunes y la de los Lores, hasta llegar a la Casa Real inglesa.

Aunque el proceso se ha llevado con cautela y escrupulosa discreción, algo se vio venir el director de la consignataria. Fue en el mes de diciembre pasado. Caminaba hacia su casa cuando la Policía de Fronteras lo telefoneó al celular. Un agente había marcado erróneamente un móvil que posiblemente estaba pinchado. "Sé que he sido investigado a fondo, porque esto se lo toman muy en serio", dice el homenajeado, que supo oficialmente del nombramiento a través de una carta de Peter J. Torry, el embajador británico en España: "Su aportación personal al éxito de estas visitas ha excedido ampliamente sus obligaciones profesionales y ha sido decisiva para alcanzar el muy positivo efecto que dichas visitas siempre han tenido en esa región", le explica el embajador de su majestad en la misiva.

Y aunque Castelví relativiza sus méritos y atribuye el reconocimiento a todo el equipo de la consignataria, lo cierto es que él y Ramón Cerezo, otro empleado de la firma, han debido ser para los ingleses algo más que consignatarios al uso. Empezando porque fue Castelví al que le ocurrió una idea descabellada en la década de los cincuenta: que los buques de guerra de la Royal Navy tuvieran consignatario en puerto. Hasta ese momento, la armada de cada país se encargaba de procurarse víveres y garantizarse los suministros. "Fuimos pioneros en el mundo en dar servicio a barcos de guerra y eso terminó metiendo en el sistema a los de otros países porque los oficiales de otros buques de la OTAN se mosqueaban cuando veían que sus colegas británicos no tenían que preocuparse de nada", recuerda. No se limitó este miembro de honor el imperio británico a garantizar las conexiones de agua y los repuestos a los barcos ingleses. "Ha estado permanentemente dispuesto a visitar, en nombre del consulado, a ciudadanos británicos en situaciones difíciles u hospitalizados, a acudir a los juzgados o a resolver asuntos policiales o problemas de índole personal o económica" detalla el embajador en su escrito, fechado el 17 de febrero de este año. "Pues sí, la verdad es que he hecho de todo", admite Castelví, a quien el embajador identificaba como "el amigo Juan de Cádiz".

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